Ohiggins con problemas intestinales, su viaje a Chile se pospone

Hace 8 días que una violenta irritación a los intestinos, que me produjo evacuaciones de sangre, y en un sólo día más de 30, habiéndose repetido anoche mismo, de modo que no puedo escribir por mi mismo; sin embargo hoy he pasado buen día y parece ya por el favor de Dios cesar la tempestad. PD: Mi embarque para Chile, queda pendiente de mi salud, en otra carta avisaré a V lo que resuelva. Carta de Ohiggins a José Toribio Pequeño, Lima 3/1. (4,T32,460)

Yo aún me hayo convaleciente de una irritación intestinal de sangre que casi tocó en disentería, pero mi compadre el doctor Pequeño acudió con remedios oportunos y se cortó el progreso del mal. Mi viaje a Chile, mejorándose mi salud como lo espero por el favor de Dios, será para el 5 de febrero próximo, en cuyo día dicen saldrá el vapor Perú, que está al ancla en el Callao. Carta de Ohiggins a José Toribio Pequeño, Lima 12/1. (4,T32,462)

Mi convalecencia sigue progresando, gracias a Dios y ya es indudable mi viaje para Chile, dicen que el vapor Perú, que está componiendo su maquinaria en el Callao, saldrá el 5 de febrero próximo, sería pues conveniente que V estuviese aquí para el 2 del corriente a fin de dejar las instrucciones convenientes y antes que se venga procure V mandar el azúcar que hubiese aparente para lograr el buen precio del día y para movilidad. Carta de Ohiggins a José Toribio Pequeño, Lima 15/1. (4,T32,463)

Casi evidentemente se insinúa la bondad eterna, protectora de una criatura indigna de tan eminente piedad para detener mis pasos, a medida que se enciende cada día más mi corazón en los vivos deseos de ver mi patria, mis amigos y compatriotas, crecen los embarazos y dificultades; más hay el consuelo, que yo las revivo en la calma que ofrece la gracia en la vida contemplativa. Debí haberme embarcado en el vapor Chile, el 27 de diciembre último, y en ese mismo día soy atacado de una irritación interior que declina pronto en una disentería de sangre, que el favor de Dios corta a los 6 días, y que sin duda habría sido funesta si me embarco. Convalecenci en la esperanza de verificarlo en el presente vapor Perú, conductor de esta carta, y hacen cuatro días que vuelvo a ser sorprendido de una fatiga al pecho y al corazón, que me hizo temer la última hora, sino me ampara y favorece la infinita piedad de Dios de las Misericordias, que prontamente me restituye a la salud y como que me inspira a no vacilar en su soberana disposición, que yo venero por indigno que sea. Restablecida pues, mi salud, la convalecencia debe ser muy observada y larga, los médicos que me atienden opinan no ser oportuna al presente una navegación en que la repetición de un nuevo e igual ataque pudiera ser funesto. Vea V, mi querido amigo, la causa poderosa no me es dado el placer de ver y abrazar a V como lo ansiaba por la presente ocasión. Tengo, pues, que esperar el vapor de marzo próximo. Carta de Ohiggins a Casimiro Albano, Lima 4/2. (4,T32,465)

Habiendo recibido su favorecida fecha 25 de noviembre del año próximo pasado, en que V me anunciaba su próxima venida en el vapor de diciembre, fui a bordo a recibirle, al momento que ancló y ¡cuánta fue mi sorpresa y cuán amargo el sentimiento que experimenté al saber por uno de los pasajeros que V no venía hasta febrero, por no haberse todavía restablecido! Más después me consoló la idea de que aunque tuviese que esperarle un poco más, lograría tener el gusto de verle. Llegó el 7 del presente este vapor. Fui otra vez a recibir a V como también el señor Alessandri, el Coronel Lopez, que había venido de Santiago con ese solo objeto y algunos otros amigos y tampoco nos encontramos con V porque se nos dijo que (a V) le había dado otro ataque y que no venía más. Carta de Juan de Aris a Ohiggins, Santiago de Chile 27/2. (4,T34,630)

Hace 10 días sufrí un ataque o fatiga al pecho demasiado incómodo, pero ya no es la misma de antes que atacaba al corazón, ahora es flatulenta y tanto el doctor Pequeño, como el doctor Young insisten en mi precisa y pronta marcha al Callao a tomar los baños de mar. Carta de Ohiggins a José Toribio Pequeño, Lima 22/3. (4,T32,474)

San Martín mejora de sus problemas estomacales, recibe la visita de Sarratea

Después de 1 año de padecer de un mal de estómago continuo, me decidí a buscar este invierno un clima más templado y hace pocos días he regresado del Mediodía de la Francia (sudoeste de Francia) enteramente restablecido. La suerte haga no venga alguna otra lacra a atormentarme de nuevo que todo es de esperar cuando la casa es vieja. Creía que los variables y alguna vez los muy rígidos inviernos de esta capital influyesen en la salud quebrantada de Sarratea, sin embargo a costa de algunos resfriados de poca consecuencia ha montado la mala estación con felicidad y en el día se encuentra en un estado regular de salud; la mayor parte de las noches nos hemos reunidos en París y como Usted debe suponer la revista retroactiva de nuestra revolución da margen a que la conversación sea animada y entretenida. Posdata: muchos recuerdos al general Pueyrredón igualmente a su señora esposa. Carta de San Martín a Guido, Grand Bourg 16/3. (1,T20,183)

Última carta de San Martín a Ohiggins

Aunque sin noticias directas de usted, pues hace más de tres año que no recibo carta suya, he sabido tanto por el Ministro de Chile en París, como por el señor Bardel, cónsul francés en Concepción, que usted gozaba de salud cumplida, mientras la mía ha sido bien fatal por más de un año, lo que me obligó a buscar el pasado invierno un clima más templado, por cuyo medio mi salud se ha repuesto completamente.
Esta carta le será presentada por mi más antiguo amigo en Buenos Aires, don Gregorio Gómez, que las circunstancias en que se halla aquel desgraciado país le han obligado a abandonar. Honrado como el que más, y amigo sincero y constante, he aquí la persona que le recomiendo, igualmente que a la amable Rosita, estando seguro que tratarán a mi amigo con el mismo interés que si fuese a mi mismo.
Mi pequeña familia goza de buena salud; ella me encarga para usted y mi señora doña Rosita sus amistosos y sinceros recuerdos, suplicándoles los dé a mi nombre al caballero Alvarez y demás amigos.
Que goce usted de salud cumplida y que la felicidad le acompañe constantemente, son los votos de este su antiguo y viejo amigo. Carta de San Martín a Ohiggins, Grand Bourg cerca de París, 2/4. (4,T9,73)

Ohiggins y Rosita viajan al Callao

Hace 8 días que con la Rosita y familia estamos en el Callao, y es cosa admirable el cambio que ha hecho este temperamento en mi salud, tan favorablemente desde el primer día, lo mismo que si nunca hubiese estado enfermo, con excepción de alguna debilidad en las rodillas, que no me permite aún montar a caballo. Hoy he venido con Rosita a Lima por hacer ejercicio en coche, según quieren los médicos, y hoy mismo nos regresamos al Callao. Carta de Ohiggins a José Toribio Pequeño, Lima 9/4. (4,T32,475)

Pasado mañana sale el vapor Perú para Chile, y tan empeñado estoy en contestaciones que no alcanzo a contestar varias de las cartas de V, cartas que oportunamente llegaron a mis manos. Carta de Ohiggins a José Toribio Pequeño, Callao 1/6. (4,T32,477)

Dos meses han trancurrido que después de una penosa lucha contra largos sufrimientos sigo una convalecencia, que, aunque lenta, llena, con el favor de Dios, las eperanzas del vencimiento, ciertamente en un retiro necesario y sometido al alejamiento de papeles, y principalmente de la pluma, a que me persuaden los médicos que me atienden. Carta de Ohiggins al Ministro Plenipotenciario de Perú en Chile Lucas Pellicer, Callao 1/6. (4,T32,478)

Entre otras cosas hablaba de un fuerte constipado, que a la verdad me ha tenido desde entonces en cama hasta este momento en que la dejo para tomar la pluma y decirle que, encontrándome, gracias a Dios, en mucha mejor salud que el estado pasado de mi penosa enfermedad sufrida por el espacio de dos años, y enteramente persuadido que aunque el mal con que he luchado tan largamente puede ser removido, pero a fuerza de tiempo largo para curarlo enteramente, sin embargo crece mi ansiedad por aprovechar el tiempoo posible que la Divina Providencia por su piedad quiera concederme en esta vida, para dedicarlo al engrandecimiento y prosperidad de la patria. Carta de Ohiggins a Manuel Bulnes (Presidente de Chile), Callao 21/7. (4,T32,485)

No permitiendo el estado precario de mi salud regresar a mi patrio suelo tan pronto como esperaba, y siendo tan incierto el tiempo en que pueda llenar este primer deseo de mi corazón, creo un debe mío no diferir por mas largo tiempo el llamar a la alta consideración del Supremo Gobierno para someter a un sabio discernimiento varias materias respecto a planes que me parecen eminentemente calculados a promover el honor y la gloria de mi cara patria, y el bienestar de mis compatriotas. Carta de Ohiggins a Ramón Luis Irrazabal (Ministro de Estado de Chile), Callao 4/8. (4,T32,487)

Aunque encuentro mi salud mucho mejor, gracias a Dios, que lo que estaba cuando escribí mi última de 21 de julio pasado, no obstante, teniendo constantemente ante mis ojos la incertidumbre de esta vida, y sin olvidarme que he andado entre las garras de la muerte en dos ocaciones del presente año, considero que no debo dilatar en comunicar a V, mi querido general, por la pluma, mis pensamientos sobre varias materias de grande importancia a nuestra muy amada patria, y que había deseado antes de ahora haber tenido el gusto de haberlo hecho personalmente [...] Habiéndose, pues, removido por V mismo, mi querido general los obstáculos que por tan largo tiempo impidieron que mi voz fuese oída en mi tierra natal, y principalmente por su elección popular a la Suprema Magistratura, había determinado, como V sabe, regresar a Chile poco después del 18 de setiembre último en la medida que lo permitiese mi salud, y no pierdo las esperanzas, mediante el favor de Dios, de dar a V un cordial abrazo en el Palacio de Santiago antes de concurrir el presente año. Carta de Ohiggins al Presidente Mannuel Bulnes, Callao 4/8. (4,T32,489)

San Martín no viaja a Chile ¿por la muerte de Alejandro Aguado?

Efectivamente, he recibido la carta de Usted que me anunciaba de ese señor Presidente (Chile), puedo asegurarle que al ver su contenido, mi corazón rebozaba de satisfacción. En ella no sólo aprueba mi conducta militar en Chile sino que noblemente me ofrece una nueva Patria que sólo las más funestas circunstancias no me permiten aceptar en el día. Ya habrá sabido Usted la muerte repentina el 12 de abril, en Asturias, de mi mejor amigo el Señor Aguado. Por su testamento no sólo me nombra su primer albacea sino también tutor y curador de sus hijos menores en consorcio con la madre. Usted sabe cuáles eran los infinitos títulos de reconocimiento que yo tenía con este buen amigo, debe suponer lo imposible que me era sin la más espantosa nota de ingratitud declinar su última voluntad y hacer todo lo que dependa de mí para llenar su confianza. Hay más; hasta después de su muerte ha querido demostrarme la amistad que me profesaba dejándome heredero de todas las joyas y condecoraciones de su uso particular. Concluída esta sagrada misión que me ha encargado, quedaré en libertad para ir a ésa y tener la satisfacción de presenciar la prosperidad y orden de ese sensato pueblo, contraste bien remarcable con el resto de los nuevos Estados Americanos. Carta de San Martín a Miguel de la Barra, Grand Bourg 22/7. (1,T19,414)

San Martín no viaja a Chile ¡porque nunca fue reconocido por la Legislatura chilena!

Con diferencia de pocos días he recibido al principio del corriente su duplicado de 13 del corriente y su estimada de 20 de diciembre, ambas del año anterior, igualmente que la que Vd me incluye de ese señor Presidente, como Vd ve ambas con un atraso extraordinario lo que no es de extrañar, pues, la primera ha venido por la vía de Montevideo y la última del Janeiro; en lo sucesivo tenga la bondad de dirigirme sus cartas con la dirección siguiente: A Monsieur le général San Martín au soins de Monsieur de Sta. Coloma, consul general de la republique du Chili, Bordeux. Por este medio recibiré su correspondencia con prontitud y gratitud.
La carta que Ud me remite del general Bulnes me ha llenado de la más completa satisfacción, en ella no sólo me ofrece una nueva patria, sino también aprueba del modo más lisonjero para mí, mi conducta militar en Chile [...]
El vivo interés que toma Ud en que fije mi residencia en Chile es una nueva prueba que recibo de su amistad. Yo no correspondería a ella si sobre este particular no le hablase con la franqueza de un amigo. He aquí los motivos que me lo impiden hacerlo en el día: Primero, el 12 de abril del presente año, ha muerto repentinamente en España donde había ido a ver una grande explotación de minas de carbón que había establecido en Asturias, mi antiguo amigo y compañero del regimiento de España don Alejandro Aguado, Marqués de las Marismas. Por su testamento, no sólo me nombró su general albacea sino también tutor y curador de sus hijos menores. Sin la más horrible nota de ingratitud, yo no podía declinar este encargo que la más pura amistad me ha legado, y satisfecho de haber desempeñado este sagrado deber, quedaré libre de disponer de mi y de mi futura suerte [...]
Por otra parte, el carácter formal y consecuente a los chilenos, simpatiza completamente con el mío. Si a esto se agrega la belleza de su suelo, salubridad y dulzura de su clima, efectos que contribuyen muy eficazmente a la felicidad de la vida, pero sobre todo, la inapreciable ventaja para mí, es la garantía de orden y estabilidad que presenta ese país, y la pura satisfacción que gozaría siendo testigo ocular de su bienestar y prosperidad [...]
Otra ventaja de no menos interés para mí, será la de poder seguir una vida independiente y retirada, ceñida a la sociedad de unos pocos y viejos amigos, con los que los recuerdos de nuestros pasados trabajos, contribuirán a hacer más llevaderos los males de la vejez. Si a lo expuesto se agrega lo que Ud me dice de que en el momento de pisar las playas de Chile sería considerado con el empleo y sueldo de mi grado, como también la probabilidad de ganar el pleito de la chacara, y yo agrego que con mi proximidad al Perú, tendría cuasi seguridad, si no de que me pagasen el todos de la pensión de 9.000 pesos que me señaló el primer Congreso, a lo menos una gran parte de ella.
Pero no son las ventajas pecuniarias las que me decidirán a fijar mi residencia en Chile y sí las que dejo expuestas. Hace pocos años que mi situación fue verdaderamente crítica en Europa, ella fue tal que sólo la generosidad del amigo que vengo de perder (Aguado) me libertó tal vez de morir en un hospital. Esta generosidad se ha extendido hasta después de su muerte dejándome heredero de todas sus joyas y sus diamantes, cuyo producto me puso a cubierto de la indigencia en el porvenir. Si a lo que dejo expuesto se añade lo violento que siempre me ha sido vivir en Europa, sobre todo después de la perdida de mi buen amigo, y de que el porvenir de las repúblicas Argentina y Peruana, no presenta por muchos años la menor esperanza de tranquilidad, todo en fin demuestra que yo no puedo encontrar otro país como Chile para concluir tranquilamente mis días.
Ahora bien, a pesar de esta convicción, y mis vehementes deseos de realizarla expondré a Ud con franqueza de un verdadero amigo, cuáles son los inconvenientes que pueden oponerse a que después de terminados los encargos que me ha dejado mi difunto pueda aceptarle la noble oferta de una nueva patria, que me hace ese señor Presidente.
El 1er Congreso del Perú (note Ud que fueron 15 días después de mi salida de Lima para Chile) tiraron dos decretos en que no sólo daban una completa aprobación de mi conducta militar y política, sino también me colmaron de honores (que yo no creía merecer sino por lo buenos deseos con que he servido la causa de nuestra independencia). Dos otros Congresos del mismo Estado, sancionaron en diferentes épocas los decretos del priemro. Dos legislaturas de la República Argentina, después de Chacabuco y Maipú, me honraron igualmente con su aprobación, y aun los de Colombia y México me declararon ciudadano de aquellos estados. He dicho arriba, y ahora repito, que en ningún punto de América que he estado, en ninguno he recibido de sus habitantes, más pruebas de sincero afecto, como de los de Chile, pero note Ud mi buen amigo que no ha habido una sola legislatura de esta República que haya hecho la menor mención del general San Martín; yo no puedo persuadirme que esta conducta sea la opinión de los habitantes honrados de Chile, y sí en efecto de los partidos que alternativamente han dominado en él. Sin embargo, este silencio deja en mi una desconfianza, tanto más fundada cuánto el párrafo de carta del general Prieto que copio a continuación, me ha confirmado en mis dudas, adviertiendo a Ud que jamás he hecho a este amigo la más mínima insinuación sobre nada que tuviese relación con mi persona, y mucho menos sobre el particular de que se trata.
"Santiago de Chile, 12 de noviembre de 1840... Al recordar al general Borgoño una visita para Ud a mi nombre, y de su antigua esposa que nunca lo olvida, le he pedido también exponerle que sólo espero la reunión del Congreso para solicitar una justicia del pueblo chileno en favor de su Libertador; creo que al fin ya es tiempo de tratar de ésto en nuestra patria, después de haber admitido bien, y hecho igual justicia a nuestro común amigo el general Ohiggins. Espero no bajar de este puesto sin haber llenado esta apetecida obligación, objeto siempre de mis más vehementes deseos".
He tenido y tengo al general Prieto por un militar lleno de honor e incapaz de prometer y no cumplir, luego es preciso que haya encontrado obstáculos invencibles en el Congreso para no realizar su promesa. Imagínese Ud que el general San Martín se presentase en Chile, y las propuestas que ese señor Presidente hiciese en mi favor, fuesen rechazadas por la legislatura, tener que regresar a Europa lleno de deshonor. ¡Imposible! Hay ciertos casos que en la vida, en que la existencia es insoportable... Separemos esta idea que me hace mucho mal... No, mi amigo, he dicho a Ud que en el día tengo mi subsistencia asegurada, por consiguiente yo no deseo ninguna recompensa pecuniaria, pero sí la aprobación a mi conducta militar en Chile, pues en cuanto a sus asuntos interiores, a Ud le consta mejor que nadie, que a pesar de la íntima amistad que me unía al general Ohiggins rehusé constantemente dar mi opinión en las consultas amistosas que se me hacían sobre gobernativos. Esta conducta procedía no sólo de delicadeza de mi parte, sino por probar a los chilenos, que a pesar de mandar la fuerza armada, su Presidente gozaba de una completa independencia. Si algún día la legislatura de Chile me hace la justicia que yo creo me es debida, iré personalmente a tributarle mis reconocimientos y pisaré sus playas, no con la incertidumbre de un extranjero al país, sino con la seguridad de un ciudadano, título a que está reducida mi ambición, porque él sancionará mi conducta militar.
He abierto a Ud mi corazón, y a Bardel el día que estuvo a despedirse de mi, únicas personas en esta vida a quienes he manifestados mis sentimientos sobre este asunto.
He sabido hace pocos días del amigo Borgoño, el que se hallaba en Italia, su salud había sufrido por un ataque perlético, pero se encontraba ya restablecido, según se me ha asegurado debe regresar a París en todo el mes entrante.
Si no supiese por otros conductos que nuestro buen amigo el general Ohiggins gozaba de salud, estaría con el mayor cuidado, pues hace tres años que no recibo noticias directas suyas, a pesar de la repetición de mis cartas. Carta de San Martín a José Ignacio Zenteno, Grand Bourg a 7 leguas de París 22/7. (4,T9,168)

San Martín viaja a Diepee, la pulmonía hace estragos en Francia

Pasado mañana parto con la familia para Diepee (150 km al norte de París) para tomar los baños, la de Aguado (familia) irá igualmente con los muchachos y estaremos de regreso para mediados del entrante. Yo hubiera deseado permanecer hasta fin de mes pero las atenciones de la testamentaria no me lo permiten. Juan Pedro Darthez cayó con una grave pulmonía que lo tuvo a las puertas de la muerte a principios de mayo, aún no está fuera de peligro, su hermano Estanislao cayó con la misma enfermedad y a los 6 días murió. Estos golpes repetidos me afectaron, pero gracias sean dadas a Dios, mi salud quebrantada ha podido soportar estas desgracias. Juan Pedro, que ha estado unos días en ésta y partido hoy para París, me ha encargado para Usted sus recuerdos. Carta de San Martín a Miguel de la Barra, Grand Bourg 22/7. (1,T19,414)

San Martín es tutor de los hijos de Aguado y recuerda al Tropero Sosa

Sería una falta imperdonable no aprovecharme de la segura ocasión que me proporciona la ida a Chile de mi amigo el señor Bardel para ponerle estas cuatro letras, y decirle que mi salud se ha mejorado bastante a beneficio (en mi opinión) de haber evitado el año anterior pasar el invierno en esta latitud, y transportándome al mediodía de la Francia, cuyo temperamento es, no sólo mucho más benigno que el de París, sino también no está sujeto a las repentinas variaciones y humedad continua en éste. Desgraciadamente, el encargo de albacea y tutor de los hijos de un antiguo y buen amigo que hace poco vengo de perder, me privará el presente año de poder seguir el plan del anterior.
Veo, no sólo con el mayor placer, sino también con orgullo la marcha próspera que sigue Chile. He dicho con orgullo, porque al fin los trabajos empleados y la sangre que se ha vertido por la independencia de América, han sido, si no perdidos, por lo menos malogrados en la mayor parte de los nuevos estados, exepto su patria de usted, mi buen amigo, que por su gros bon sens, como dicen los franceses, ha sabido no alimentarse con ilusorias teorías, y sí derechos positivos.
A propósito de teorías, vaya un hecho histórico. Poco tiempo antes de salir de Mendoza la expedición para Chile, esperaba con impaciencia de Buenos Aires la tropa de carretas de don Pedro Sosa, que conducía una gran cantidad de herramientas y otros efectos, sin los cuales me era imposible ponerme en movimiento. El había contratado bajo multa el ponerse en Mendoza en treinta días, lo que se me avisó por el gobierno. Yo tenía amistad con Sosa, y al mismo tiempo conocía su patriotismo; en consecuencia envié un chasque a su encuentro, suplicándole abreviase su marcha todo lo que pudiese, pues de su pronto arribo podía depender el buen o mal éxito de la expedición. Figúrese usted mi sorpresa, cuando en lugar de los treinta días de su contrato, se me presentó a los veinte y uno. En mi admiración, le pregunté que cómo había hecho tal milagro; y con la mayor sencillez me contestó: Matando bueyes y dándo azotes. ¿Cómo con azotes? Sí, señor; yo he caminado noche y día, y al peón que se dormía le hacía atar a una rueda y le arrimaba veinticinco. Sin este estimulante, talvez no hubiera llegado en tiempo fijado en la contrata.
-Pero dígamé usted señor Sosa (le contesté), usted ataca abiertamente la seguridd individual declarada por la Constitución.
-Ba, ba, ba, ¿cree usted que con tal seguridad los troperos pudiéramos ganar con qué comer, siendo imposible poder hacer carrera con los peones sino por este medio, y como siempre se ha practicado en este país? Pero, hay más, añadió Sosa, estos mismo peones que se dejan castigar sin la menor réplica cuando están en la tropa, en el momento que llegan al destino de su viaje, si nos atreviésemos a mirárlos sólo con deprecio, nos regalarían una puñalada.
Calcule usted lo que arroja de sí este diálogo y la instrucción que puede sacarse de él. Como usted debe suponer, yo no soy de los que creen que es necesario dar azotes para gobernar; pero sí el que las Constituciones que se den a los pueblos estén en armonía con su grado de instrucción, educación, habitudes, género de vida, etc. Por fortuna de Chile, sus habitantes han tenido el buen juicio de mantener las barreras que separaban las diferentes clases de la sociedad, conservando la preponderancia de la clase instruída y que tiene que perder; y esto, unido a su situación geográfica, lo ha salvado.
Mi vida sigue como siempre enteramente aislada en el campo, y sólo reducida a la sociedad de mi familia; pero este sistema, que para otro sería insoportable, es el que hace mi felicidad; lo que prueba que, en muchas cosas, la dicha no es un bien real sino imaginario.
He encargado al amigo Bardel haga a usted y a algunos otros amigos una visita a mi nombre.
Mis hijos me encargan para usted sus amistosos recuerdos. Por mi parte le deseo salud cumplida y largo años de vida para ver a su patria próspera y feliz. Estos son los votos de este su viejo y antiguo amigo. Carta de San Martín a Pedro Palazuelos; Grand Bourg, siete leguas de París, 20/8. (4,T9,125; al pie de la carta dice: AMUNÁTEGUI, MIGUEL LUIS.-Camilo Henriquez, II, pag.166)

Ohiggins y una escuela para el Perú

El estado de mi salud me apremia a poner en ejecución con la menor demora posible una medida que me dicta la gratitud y que hace tiempo vengo meditando.
Sé que jamás podré pagar en forma adecuada la gran generosidad y amable hospitalidad que he recibido de la nación peruana. Si el Todopoderoso me permite vivir lo suficiente para establecer una escuela para enseñar agricultura, horticultura y otros cursos de utilidad, para los cuales he preparado todo lo necesario, tendré la satisfacción de saber (antes de abandonar este mundo) que dejo un recuerdo para que las generaciones venideras comprueben que es poco para devolver los favores al pueblo peruano.
Para colocar la primera piedra del edificio en un lugar que considero apropiado, es necesario llegar a un acuerdo, para lo cual nuestro mutuo amigo (el portador de la presente) le dará amplia información. Carta de Ohiggins a José María Galdiano, Callao 20/8. (4,T32,492)

Ohiggins cada vez más enfermo

Tres largos años de sufrimientos me anunciaban que en la presente estación de invierno habrían de renovarse algunas de mis pasadas dolencias, y a pesar de haberlo elegido este punto del Callao, como temperatura mas suave y templada que alguna otra, me he encontrado estos últimos días demasiado postrado por resfríos que me han traído algunas de las fatigas y antiguos dolores reumáticos que he sentido tanto mas porque me han privado de la pluma, en circunstancias que necesitaba mucho de su uso.
Tenía que mandarle la traducción de una carta importantísima sobre Magallanes y Tierra del Fuego, para probar por ella la necesidad de recabar del Congreso fondos pecuniarios para que sin perder tiempo hiciese V colocar la primera piedra en la fundación de aquella tan precisa como importante colonia, pero el doloroso estado de mi salud no permite otra cosa que una continua intervención de médicos que diariamente vienen de Lima a atender mi curación. Carta de Ohiggins al Presidente Manuel Bulnes, Callao 24/8. (4,T32,493)

El estado de enfermedad en que me encuentro al presente no me permite hacer uso alguno de la pluma, y la he tomado solamente para saludarlo y decirle que el señor Armstrong, dador de esta carta, y a cuya amistad debió mi salud tanto alivio en su anterior viaje, como no lo dudo al presente, explicará a V cuánto desee saber; y, finalmente, para decir que ansio por estrecharlo entre mis brazos. Carta de Ohiggins a Manuel Blanco Encalada, Callao 3/10. (4,T32,494)

El Congreso de Chile ¡por fin! honra a San Martín

Por cuanto el Congreso Nacional ha discutido y aprobado el siguiente proyecto de Ley. Artículo Único: "El General don José de San Martín se le considerará por toda su vida como en servicio activo en el Ejército, y se le abonará el sueldo íntegro correspondiente a su clase aún cuando resida fuera del territorio de la República. Por tanto, de acuerdo con el Consejo de Estado, mando se promulgue como ley y se cumpla en todas sus partes". Santiago (Chile) 6/10. Firman: Bulnes y Santiago Aldunate. (1,T20,349 y 4,T9,178)

San Martín un mes a oscuras

Después de un año que carecíamos de sus noticias tanto directas como indirectas, me tenían (igualmente que a mi familia) en el mayor cuidado sobre su suerte, con tanto más motivo cuanto en su última del año pasado me decía Usted tendría que sufrir una operación de algún peligro, en estas circunstancias escribí a los Señores Darthez de Londres (creo en febrero o marzo último) suplicándoles tomasen los informes necesario para saber de Usted y el estado de su salud. Su contestación fue que Usted había quitado Londres y había partido para el Norte de Inglaterra bastante enfermo, pero que no habían podido averiguar el punto de su residencia. En mayo pasado marchó a Londres el señor Sarratea a quien encargué supiere el estado de su salud y residencia; en este intervalo recibí su muy apreciable del 26 de junio (1841) que puso fin a nuestros cuidados, ésta carta llegó a mis manos pocos dias antes de marchar con toda mi familia al Havre a tomar los baños del mar y me propuse contestarla desde aquel punto, pero un viaje que hice desde El Havre a la Bretaña y Baja Normandía me hicieron demorar la respuesta, pero más que todo, mi natural pereza a escribir, pues desde que fui hombre público le tomé una aversión que no concluirá que a mi muerte. Dos días después de mi regreso del Havre me atacó una flucción de ojos (fluxión de ojos, acumulación de líquidos) que me ha tenido más de un mes encerrado sin poder ver la luz; luego que me mejoré fui a ver a su recomendado, el caballero Medhuvil, a quien le ofrecí mis cortos servicios con sinceridad habiéndolo hecho anteriormente por Balcarce en el tiempo de mi enfermedad de los ojos; mañana pienso ir a París y aprovechar la ocación para volverlo a ver antes de su viaje a Italia.
Mi salud se halla enteramente restablecida y yo atribuyo esta mejoría a haber pasado el último invierno en el mediodía de la Francia (Meditaerráneo Francies); desearía poder hacer lo mismo el presente bien fuese yendo a Italia o a otro país que fuese más templado y no sujeto a los repentinos cambios de temperatura como el de París, pero los negocios de la testamentaria de mi difunto amigo, el Sr Aguado, que me ha dejado encargado no sólo como albacea, sino también como tutor y curador de sus dos hijos menores, me obligaron a pasar el presente invierno en París, ojalá diése Usted una pequeña vuelta por esta Capital para tener el placer de verlo.
Mucha satisfacción me han causado las noticias que me da Usted de las señoras De Brittain y Heyvond, si alguna vez la ve hágame el gusto de darles mis más amistosos recuerdos.
Me habla Usted del Perú y sus pretendientes a la presidencia, hace más de una año y medio que no he recibido una sola carta de este desgraciado país, dividido en partido y dominado por una docena de intrigantes. En cuanto a la muerte de Gamarra, un hombre tan despreciable, no merecía morir en el campo de batalla.
A propósito de América, hace poco he recibido una carta muy expresiva del nuevo Presidente de Chile, el general Bulnes ofreciéndome en nombre de aquel Estado una nueva Patria en él para pasar el resto de mis días; este proceder me ha causado una verdadera satisfacción.
Mi suerte se halla mejorada y esta mejora es debido al amigo que vengo de perder (Sr Aguado) el que, aún después de su muerte ha querido demostrarme los sentimientos de la sincera amistad que me profesaba, poniéndome a cubierto de la indiferencia. Sí, mi buen amigo, a él no sólo le debo mi existencia, sino la de no haber muerto en un hospital ¡ y todo debido a un español ! Interín los gobiernos americanos a quien he servido con tanto desinterés... pero no toquemos este asunto pues me he propuesto no incomodarme lo mejor posible los pocos días que me restan de vivir.
Mi vida sigue como desde el principio en ésta, enteramente aislada, pero en mi pequeña casa de campo 8 a 9 meses del año toda mi distracción está reducida a mi pequeña familia, la que con sus esmeros por mí y de su buena conducta hacen de mi vejez muy feliz, todos ellos me encargaron para Usted un millón de amistosos recuerdos.
Los asuntos de la testamentaria de mi difunto amigo me obligan a marchar a París mucho más pronto que lo que tengo de costumbre, así es que para fines del presente abandonaré el campo y, en consecuencia, si algo se le ofrece diríjame sus cartas al Rue Neuve St George Nº 1 (Casa en París, comprada el 25/4/1835). Adiós, mi buen amigo, sea Usted tan feliz como lo merece y se lo desea este su invariable y antiguo compañero. Carta de San Martín a Miller, Grand Bourg 12/10. (1,T20,345-348)

Ohiggins a riesgo de muerte, no se olvida de Mendoza

Yo, Bernardo Ohiggins (el mismo que en 1º de enero de 1818, como órgano de la voluntad nacional, declaré la independencia de Chile en mi campamento cerca de la ciudad de Concepción), ante VE con el debido respeto parezco y digo: Que habiendo una junta numerosa de los mejores facultativos en esta capital, declarado que mi vida se halla en riesgo inminente, considero como un deber imperioso, tanto hacia mi como a mi patria, el someter los hechos siguientes a la consideración del gobierno y Legilatura de Chile (Son 6 puntos).
Con respecto al importe de mis haberes que se me han cumplido durante los últimos 20 años, suplico a mis apoderados que remitan la mitad de esa suma a mis albaceas en este país (Perú), para con ella pagar deudas que sin poder evitar y no obstante haber vivido con toda la economía posible, he contraído en los 19 años que he residido en él; y la otra mitad les pido la apliquen a la construcción y establecimiento de un Colegio de Agricultura en la ciudad de Mendoza, como una pequeña muestra de mi gratitud por los importantes servicios que a muchos de mis conciudadanos y a la nación chilena, en general, prestaron durante los años de 1814, 15, 16, 17 y 18 los habitantes de esa ciudad, tan hospitalarios y generosos como patriotas. Firmado por Bernardo Ohiggins, Lima 17/10. (4,T32,495-498. Don Bernardo Ohiggins muere el 24/10)

San Martín agradece el nombramiento de la Sociedad de Agricultura

El nombramieno de Socio Protector de la Sociedad de Agricultura que Usted ha tenido la bondad de comunicarme en su apreciable nota del 20 de abril del corriente año, no sólo me honra sino que me ha llenado de la más pura satisfacción, y los cortos servicios que la suerte me proporcionó rendir a la República de Chile, y que Usted me los recuerda de un modo tan lisonjero, quedan recompensado con usura con la nueva prueba que vengo de recibir de esa respetable sociedad, sintiendo solamente el que mis conocimientos en este ramo no puedan corresponder a los progresos que se propone. Suplico a Usted haga presente estos sentimientos al Sr Presidente y socios que la componen, así como de mis más sinceros votos por la prosperidad de la Nación chilena, votos, los más verdaderos, que me acompañarán hasta el sepulcro. Carta de San Martín a la Sociedad Chilena de Agricultura, Grand Bourg 13/11. (1,T19,415)

Con esta misma data escribo al Señor Secretario de la Sociedad de Agricultura en contestación a su nota de 20 de abril pasado, y que no me ha sido entregada que antes de ayer por el señor Gay. Mi salud sigue regular pero temo lo riguroso de los dos meses de enero y febrero; pero no pierdo la esperanza de poderlos pasar en un clima más templado, si como espero los asuntos de la testamentaría de mi difunto amigo adelantan algún tanto. Carta de San Martín a José Ignacio Zenteno, París 18/11. (4,T9,173)

San Martín sigue en París por el testamento de Aguado

La mía va venciendo los rigores de la mala estación, mucho mejor de lo que me esperaba, habiendo tenido que renunciar a buscar un temperamento más benigno en razón de las ocupaciones que me impone la testamentaría de mi difunto amigo [...]
Incluyo la adjunta para que me haga el gusto de entregarla a su título, ella es el duplicado de mi contestación al señor Secretario de la Sociedad de Agricultura. Carta de San Martín a José Ignacio Zenteno, París 26/12. (4,T9,174. San Martín le regala un neceser, ver carta del 8/8/1843)

Bibliografía

1) Instituto Nacional Sanmartiniano. Documentos para la Historia del Libertador General San Martín, Tomos (T) 1 al 20.
2) Espejo, Gerónimo. El Paso de los Andes.
3) Instituto Nacional Belgraniano. Documentos para la Historia del General Don Manuel Belgrano, Tomo (T) 1 al 7.
4) Instituto Ohigginiano. Archivo de Don Bernardo de Ohiggins, Tomos (T) 1 al 37.
5) Documentos para la Historia de la Bandera Argentina (2001), Guillermo Palomo y Valentín Espinosa.
6) Actas Capitulares de Mendoza, Tomo (T) 1 al 4.
7) El Redactor de la Asamblea 1813-1815.
8) Espinosa, José María. Memorias de Gervasio Antonio de Posadas.
9) Archivo Histórico de Tucumán.
10) Revista de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Tomos (T) 1 al 25.
11) Registro Oficial y Nacional de la República Argentina.
12) Senado de la Nación Argentina, Biblioteca de Mayo, Tomos (T) 1 al 19.
13) Diario Los Andes.
X) Archivo General de la Provincia de Mendoza: Época Colonial e Independiente (EC,EI), Carpetas y Documentos (C,D), Protocolos (P).
Y) Archivo General de la Nación Argentina: Documentos Escritos.
Z) Archivo Nacional de Chile.