El retrato de San Martín en el Palacio de Gobierno de Lima

En diciembre de 1824, después del triunfo de Junín, bajó a Chancay Bolivar y no lo visité estando yo (Rivadeneira) en Huaura, entramos en Lima y allí fue necesario verlo; a su partida al Alto Perú, acercándose y despidiéndome, me dijo: "General, véngase mañana". Fui y en su cuarto privado me dice: "General, previne a Usted desde Huanuco que contase con el Gobierno del Callao, es la llave y la defensa del Perú, y si no estuviera tan seguro de mi elección acertada no lo pondría a Usted, tome el despacho y ya le he prevenido a Heres le ponga una nota como incluyéndoselo con todas las expresiones de honor y de mi confianza". Le repuse: "Reitero a Usted mis gracias pero para admitir el despacho es preciso que capitulemos". Se sorprendió y me dijo: "¿ Qué capitulación es la que Usted quiere ?". Dos artículos: "1º. Tengo enemigos sin haber ofendido a ninguno. Vendrán por envidia y por mala voluntad a chusmear a Usted, óigalos y sobre lo que fuere, no resuelva Usted sin oírme, seguro de que no le negaré los hechos". "Concedido", haciéndome un elogio. "2º. Yo soy amigo íntimo de la mayor intimidad del general San Martín, en tanto que, si por desgracia, vamos a los infiernos, allí, allí, he de amarlo y serle consciente; mis enemigos no ignoran esta deferencia y me levantaran mil calumnias asegurando que viene y que le entregaré las fortalezas". Él me hizo una contestación muy satisfactoria, añadiéndome. "Nada tengo contra el general San Martín, él puso las piedras de la libertad e independencia, le han correspondido mal, él se fue y dejó esto, y yo he sido llamado para salvar al Perú, lo han calumniado de todos modos con injusticia, aun en papeles públicos, y en Quito uno de sus encarnizados enemigos (Monteagudo) me aseguró que no se había grabado ni en un marvedí (dinero), que 30.000 pesos que tenía en Londres dados por los Gobiernos de Buenos Aires y Chile por sus servicios los tenía en la casa H. (Banco) y que si su compadre Alvarez Condarco los había pasado a otra (Banco) que haya quebrado, no tenía Usted más que la legítima de su hija (Pensión de Merceditas). Yo tengo un placer de oírlo a Usted porque esa consecuencia a San Martín sólo es propia de los hombres de bien".

Fui una tarde a La Magdalena en donde con Bolivar estaban los Alvarado, Unanue, Larrea y el general Juan Salazar, Félix de la Rosa con sus dos hijos, Ignacio y Simeón con otros dos individuos. Me dijo Bolivar: "General, vea Usted este retrado que he mandado hacer para mandarlo a Londres". Lo examiné y le contesté los defectos que le observé, y por consiguiente, que no estaba bueno. Entonces me repuso: "Ya se ve como no es el retrato de su amigo San Martín por eso no le parece bien". Fulano, traéme el retrato de San Martín. Lo trajo y me dijo en presencia de los susodichos: "Vea Usted como los chilenos han degollado a su amigo. Este retrato que en nada se da ni un aire de Usted se puso en Santiago (Chile) en público cortado desde una oreja hasta bajo el pecho" (este obsequio lo trajo de su legación el célebre general Juan Salazar, bajísimo adulón y malo). "Yo luego le respuse que sólo los chilenos pueden pagar su gratitud de este modo infame contra un hombres que los hizo independientes y a quien los verdaderos patriotas le conservan amor y reconocimiento". "Mi general, ya hemos capitulado sobre el general San Martín (entrevista), y le recuerdo que Usted me ha confesado su mérito y que han sido calumnias las que han levantado contra su conducta, y yo repito a Usted, que mi amistad y consecuencia le son tan firmes e inviolables hacia el general San Martín que hasta en el infierno se las he de guardar". Dios quiera que los resultados no sean que los colombianos nos dominen como colonos y que el retrato de Bolviar, que estaba colocado después que el de Colón y el de Usted (San Martín) en el salón del palacio, vuelva a ocupar el sitio donde estaba colocado. Bolivar fue el que mando poner el retrato de Usted, y permanece en su lugar. La Mar mandó quitar el retrato de Bolivar.

Alvarado, Martínez (Enrique) y otros, que prostituyendo su honor y sus deberes sacrosantos, colocasen este simulacro de iniquidades en el Gobierno para que todo lo arruinare y desde cuya época se han multiplicado las desgracias de la República. Carta de José Rivadeneira a San Martín, Lima 25/1. (1,T19,242-254)

San Martín en Río de Janeiro y su estimación a Guillermo Brown

No dudo lo que Ustes sufrirá en ese clima verdaderamente africano. A mi ida a Buenos Aires en 1829 sólo permaneci en Janeiro 5 días, pero jamás me acuerdo haber sufrido calores tan excesivos, pero de tal naturaleza que era una postración general la que experimenté. Carta de San Martín a Guido. (Grand Bourg 15/4/1843;1,T20,185)

Por los papeles del Janeiro vi su nombramiento de Secretario General de la provincia, para mí ningún empleo público es apreciable, mucho menos en tiempos tan agitados; igualmente he visto el del general Brown (Almirante Guillermo Brown) de Gobernador Provisorio (5/12/1828 a 4/5/1829), yo no tengo el honor de conocerlo, pero como hijo del país me merecerá un eterno reconocimiento por los servicios tan señalado que le ha prestado. Carta de San Martín a Gregorio (Goyo) Gomez (Vista de la Aduana de Buenos Aires), sin lugar y sin fecha; es redactada en Montevideo previo a su regreso a Europa. (1,T19,273)

San Martín no puede desembarcar en Montevideo, siguen en viaje a Buenos Aires

El ciudadano que suscribe tiene la honra de dirigirse al señor Ministro Secretario General de la Provincia de Buenos Aires (y a efecto de que lo ponga en conocimiento de SE, el señor Gobernador Provisorio) en solicitud de un pasaporte para sí y un criado, a fin de poder pasar a la Capital de Montevideo, en cuyo punto le fue imposible desembarcar por la premura con que el capitán del paquete (barco) dio a la vela. Este motivo me proporciona saludar al señor Secretario y ofrecerle mi más distinguida consideración. Solicitud de San Martín a José Miguel Diaz Velez, a bordo del buque inglés Chichester en el Puerto de Buenos Aires 6/2. (1,T19,254)

Mi antiguo y siempre apreciado amigo, cuán inopinado ha sido para mi su arribo a estas balizas, otro tanto es satisfactoria esta noticia. Me congratulo por su feliz viaje y demás que he sido informado por el dador de la suya en el día de ayer. Siento sí que las primeras impresiones sobre el estado político del país las haya recibido en uno, donde no bien amortiguados los odios nacionales con una paz reciente (Guerra con Brasil), talvez ha sido sensible el cambio, calculando sobre la neutralidad de algún influjo extranjero desfavorable a sus miras. Por lo demás, aquí no hay partidos sino se quiere ennoblecer con este nombre a la chusma y a las hordas de salvajes. Veterano en la revolución y con bastantes conocimientos de los hombres que no han figurado en ella, Usted sabrá caracterizar a los que dan impulso a aquellas máquinas; y el tiempo, si algo falta, los dejará en su verdadero punto de vista. Mi amigo, disponga mejor y más conveniente pasar algún tiempo en Montevideo, no puedo resistir su opinión, remito el pasaporte pedido, aunque esto me difiera el placer de darle un abrazo al que en toda época y en cualquier destino me será grato acreditarle los cordiales y sinceros sentimientos con que se dijo suyo. Aún existe en mi poder la orden para la entrega del Potro Chilavert (semental en Mendoza;1,T19,272) se encargó de remitirla con otra suya; la cosa quedó a mi, como siempre sucede con todas las suyas. Nota Adjunta: A Meres. Delisle Janvrán et Delisle pour remettre a Mr Ferdinard Delisle, London. Carta de Díaz Vélez a San Martín, Buenos Aires 7/2. (1,T19,255)

San Martín zarpa con rumbo a Montevideo

Expídase el pasaporte como se solicita. Por cuanto pasa a la Capital de Montevideo el general de las Provincias Unidas del Río de la Plata, José de San Martín, llevando un sirviente en su compañía. Por tanto, ordena y manda a todas las autoridades de su dependencia, y a las que no lo son ruega y encarga que no le pongan impedimento alguno en su tránsito, presentándole, por el contrario, todos los auxilios que exija. Autorización de Díaz Velez a San Martín, Buenos Aires 7/2. (1,T19,254-255)

San Martín es calumniado por sus enemigos en Buenos Aires

Mi querido amigo; mientras Usted no me diga que ha llegado a Montevideo, estaré disgustado, no se me olvida el incidente que precedió a su salida de nuestras balizas (Puerto). Hasta ahora no se presenta otro horizonte que el de una tempestad. Molina fue derrotado próximo a pasar a la jurisdicción de Santa Fe, pero los indios han degollado los coraceros que les acompañan desde Bahía Blanca. Esta atróz catástrofe compromete al general Lavalle a detenerse algo más de lo que pensaba en el Sur. La guerra contra Santa Fe se emprenderá. Ya han comenzado a arañar a Usted en los papeles públicos; demasiado tardaban; no haga caso Usted de la paja, no falta quien defienda a Usted. Remito a Usted las memorias que con la adjunta carta me ha enviado el señor Vidaurre para Usted; encontrará en ella Usted algunos pensamientos muy buenos. Mariano (Escalada) es el portador de ésta. Su situación es tan crítica que si no sale de ella yo no sé que será de su familia. Espero que el general Rivera lo proteja. Carta de Guido a San Martín, Buenos Aires 16/2. (1,T19,256)

San Martín en Montevideo

Mi querido amigo; mucha satisfacción me ha dado el saber que Usted llegó felizmentes a Montevideo y que estará fuera de contacto de las pasioncillas que por ahí se agitan.

De acuerdo con Usted en que nada sería más inoportuno que sostener una polémica en los periódicos de esta Capital en defensa de Usted en las presentes circunstancias, recomendé al autor del artículo publicado en la Mercantil en su favor, suspendiese su empeño y que guardase silencio si el tiempo u algún otro papel contestaban al tal artículo. Por fortuna, nadie ha vuelto a hablar una palabra, y ya este asunto parece concluído.

Me interesa, sin embargo, tener una explicación de Usted del motivo del por qué no desembarcó en Montevideo cuando el paquete (barco) fondeó en aquel puerto. Este ha sido asunto de glosas de todo género y yo deseo fijar las ideas en un punto que a Usted le será fácil referir.

Cuando tuve el gusto de verle a bordo, dije a Usted que Lord Ponsomby me recomendaba le disculpase por no haberle visitado en Río de Janeiro, ahora copio a Usted el artículo de su carta a la letra.

"La negligencia del capitán del puerto y la del paquete ha sido la causa de que yo no supiese de la llegada del general San Martín al Río hasta después de su salida de él. No puedo explicar lo mucho que sentí no haber tenido el honor de verlo. Me he formado una alta opinión de su sagacidad política y aptitudes distinguidas, y yo sé también que Usted lo estima mucho. Su residencia en Europa lo habrá ciertamente convencido de lo mucho de la opinión general de allí a favor de América se ha disminuído, y cómo se ha destruído enteramente la idea de que exista alguna dificultad para una operación militar o, por mejor decir, naval, que se quisiese practicar en aquella parte del mundo. El verá que si Buenos Aires continúa...", etc. (principia a hablar del estado actual de este pueblo).

En contestación a la carta que he citado he hecho a lord Ponsomby las referencias correspondientes a Usted. Me parece, sin embargo, que sería propio que aludiendo Usted a esta comunicación, dirigiera a Ponsomby cuatro letrs; aseguro a Usted que es un hombre sumamente estimable.

Hay otro negocio sobre el cual me gustaría saber la resolución de Usted prontamente, si no hay sistema en ocultarla, tal es: si Usted resuelve pasar o no al Perú. Quizá considere Usted impertinente esta pregunta, no lo es si Usted se persuade de que el interés de la América y simpatías indelebles por Usted se mueven a esta averiguación.

Estoy informado de que Usted ha sido llamado por el general Lamar, y que se han acordado a Usted sus honores y sueldos, creo también que su presencia en Lima contribuiría decididamente a que se pagasen los haberes vencidos, pero no son esos intereses los que yo quiero saber si a Usted lo llevarán a aquel país; es, en una palabra, y bajo la reserva de que Usted sabe soy capaz. Si Usted se decidiría a tomar parte activa en la hueste del Perú, comprometido hoy en una guerra justa, y con muy pocos hombres que lo presidan.

Clasifique Usted esta pregunta de insensata, si Usted quiere; ni los motivos que he indicado, ni la incertidumbre actual de mi destino personal me permiten prescindir de ella, la contestación de Usted será mi guía.

Se ha anunciado hace tiempo la publicación de unas Memorias del general Miller sobre la campaña del Alto Perú, no las he hallado aquí, si Usted las ha leído tenga la bondad de darme su juicio acerca de ellas.

Con este motivo recuerdo la oferta que en repetidas veces me hizo desde Bruselas de sus papeles para la historia; ha llegado el tiempo de cumplir esta promesa. Talvez mi destino me promete hacer de ellos un uso más feliz para el país y para el nombre del que ha servido bien a la América.

Buenos Aires continua marchando bajo el mismo sistema que en diciembre, se aceleran los preparativos para una fuerte expedición contra los Gobernadores de las provincias interiores. Hoy, sin embargo, se asegura que el general Rivera ha ofrecido mediar entre las partes beligerantes para evitar la guerra civil.

Goce Usted de tranquilidad mientras hace constantes recuerdos de Usted su consecuente amigo. Carta de Guido a San Martín, Buenos Aires 23/2. (1,T19,257-259)

San Martín y las guerras civiles Argentinas

Mi amado amigo; ya comienza Usted a hacerse, como llaman mis paisanos, petaca con las contestaciones; ésta es enfermedad antigua, pero no todos las conocen. Quisiera que no dejase Usted sin respuesta a Vidaurre, cuya carta incluí en la primera mía, acompañada de unos libros que aquel caballero enviaba a Usted.

No menos me interesa saber decididamente lo que Usted haya resuelto sobre mi pregunta en la última mía. Si Usted cree que no debe darme una contestación categórica acerca de sus intenciones de viajar o no al Perú, le estimaría infinito me lo dijese francamente.

Entre los desterrados a la Banda Oriental ha ido el general Juan Ramón Balcarce, es un amigo de Usted, es un honrado patriota y un hombre digno de que se le distinga. El motivo de su destierro es un arcanoque probablemente se sabrá cuando estemos en el valle de Josafat.

Incluyo a Usted una carta del joven Arenales, cuya conducta es bien decente. El coronel Estomba me ha dirigido repetidos encargos de que envíe a Usted sus recuerdos.

Tres días hacen que marchó el general Lavalle con 400 hombres de Caballería a incorporarse, con cerca de igual número que tendrá el coronel Suárez, y continuar hasta Santa Fe; otra División marchará a las órdenes del general Paz hacia Córdoba para echar abajo a Bustos y Quiroga. Dificilmente pueden calcularse las consecuencias de esta operación.

Feliz de Usted que goza de independencia y sosiego, a lo menos le envidia mucho su amigo. Carta de Guido a San Martín, Buenos Aires 7/3. (1,T19,259)

San Martín decide regresar a Europa

Mi amado amigo; por no perder la costumbre aprovecho toda oportunidad de saber de Usted, doy esta carta a Manuel, que regresa a esta plaza. Su ida me excusa de decir algo sobre nuestro estado político porque él puede dar a Usted mejores detalles que yo.

He llegado a entender que Usted regresa a Europa muy pronto. No comprendo la razón de este viaje, ni me toca averiguarla. ¿ Pero no juzga Usted asegurada su independencia y tranquilidad personal permaneciendo en Montevideo ? ¿ Es Usted indiferente a la censura del mundo a que daría lugar volviendo a abandonar a su Patria porque la ve en conflicto ? ¿ Puede Usted presumir que aunque adoptase la profesión de anacoreta le han de dejar perseguir a todas partes las esperanzas de sus amigos y las persecuciones de sus enemigos ?

Quizás Usted dirá que estas son preguntas excusadas, cuando nada quiere y nada pretende sino vivir en la suprema holganza, después de haber sacrificado un tercio de su vida por la independencia de América. Lea esto enhorabuena, yo no puedo excusarme de decir a Usted que aun cuando su resolución no variase, sería más prudente, en mi opinión, esperar un poco, más para evitar glosas de charlatanes que están a espía de los hombres de mérito.

¡Cuándo querré yo convencerme de que no debo ser majadero con Usted! ¡Cuándo tomaré por regla los desengaños para inculcar hasta el fastidio en lo que pertenece a Usted! Conozco que me excedo, pero la culpa es siempre del interés con que le mira su buen amigo. Carta de Guido a San Martín, Buenos Aires 12/3. (1,T19,260)

San Martín desiste de viajar al Perú, nadie de allí se lo pidió

Se me queja Usted de mi silencio. Ahora bien, qué quiere Usted que le diga, que estoy bueno, que estoy aburrido y que siento los males de nuestra patria. Estos son lugares comunces que Usted ni yo damos importancia. Hablaré de política, ni las circunstancias del día son para ello ni yo me atrevería a hacerlo en la situación en que Usted se halla porque la expresión más inocente podría ser interceptada con perjuicio de Usted.

Me dice Usted le interesaría saber el motivo por qué no desembarque en Montevideo -cuando el paquete (barco) fondeó en este puerto- voy a satisfacerlo. Nuestra llegada a Montevideo fue a la 1 de la noche, a las 5 de la mañana desembarcó el capitan con 2 pasajeros más uno de ellos le encargué me mandase un bote para desembarcar yo con mi criado y mi equipaje. El español Sanchez a quien le había hecho el encargo del bote me remite uno pero tan pequeño que no podía caber mi equipaje. Pago a los marineros del pequeño bote para que regresen y me remitan otro mayor para desembarcar con mis efectos. El capitán del paquete regresa y le suplico suspenda el dar la vela hasta tanto llegue el bote grande que había mandado buscar más éste no apareció, al fin el capitán me hizo presente que habiendo aguardado cerca de 1 hora le era imposible hacerlo por más tiempo y mucho más estando a la inmediación del navío Inglés el Ganges cuyo comandante le podía hacer un fuerte cargo. No tuve más arbitrio que seguir mi viaje a Buenos Aires &&& ya está Usted satisfecho y dejemos que cada uno glose este pasaje de mi vida como lo han hecho con diferentes otros a su antojo. Se me olvidó decir a Usted que hallándonos a la distancia de cerca de 1 legua del puerto el capitán no podía después de un regreso mandar el bote del paquete con mi equipaje, yo y mi criado pues este era tan pequeño que no cabían más que 3 personas.

Que diré a Usted de su carta última del 12, sólo el que ella parece dictada por un rico y gostoso viejo, tal es el mal humor con que ella es escrita y todo ello porque dice Usted le han dicho que este pecador quiere regresar a Europa; pero figúrese Usted por un momento que así sea, cree Usted que lo haría sin satisfacerlo, es decir, sin darle las razones que me impulsan para ello; en cuanto a la objeción que Usted me dice sobre la opinión pública... confesemos mi amigo que hay muy pocos hombres sobre la tierra cuyos sufragios y opinión sean dignos de ser solicitados; en fin, mi querido amigo, yo hablaré a Usted con extensión en la próxima semana sobre este particular.

Me sorprende el que Usted me diga conteste el señor de Vidaurre cuando a los 4 o 5 días de recibida su carta lo verifiqué y lo cierto es que yo en persona puse (con otras) la carta en el correo y de alguna de ellas he tenido hace poco tiempo contestación.

No ha habido llamamiento al menos para pasar al Perú, si tal hubiera sucedido se lo hubiera avisado sin la menor demora. También ignoro lo de la pensión.

Que la corte celestial lo saque con toda felicidad de la presente chamusquina son por ahora los sinceros votos de su invariable amigo. Carta de San Martín a Guido, Montevideo 19/3. (1,T20,111-113)

Juan Lavalle envía dos oficiales para conferenciar con San Martín

Mi estimado General, los señores coroneles Eduardo Trolé y Juan Andrés Gelly salen en este momento de mi cuartel general a Montevideo y los he autorizado hablen con Usted en mi nombre. Quiera Usted dignarse oírlos, general, y admitir los sentimientos de admiración y respeto de su muy atento y obediente servidor. Carta de Juan Lavalle a San Martín, Cuartel general de el Saladillo 4/4. (1,T19,264 y 4,T9,50)

San Martín en Montevideo espera que termine la guerra civil en Argentina

Compañero y querido amigo: en principios de febrero pasado avisé a Usted de mi llegada a este país, como asimismo mi resolución de no desembarcar en Buenos Aires, con el fin de esperar en ésta la terminación de la guerra civil que nos aflige, persuadido que retirado en este punto podría guardar una estricta neutralidad con los partidos en cuestión; pero la experiencia me ha demostrado no serme posible guardar esta línea de conducta, y que contra los firmes propósitos que he hecho de no mezclarme en nuestras disenciones dométisticas se me obligaría a ello. Me explicaré.

Las agitaciones consecuentes a 19 años de ensayos en busca de una libertad que no ha existido, y más que todo la difícil posición que se halla en el día Buenos Aires, hacen clamar a lo general de los hombres que ven sus fortunas al borde del precipicio y su futura suerte cubierta de una funesta incertidumbre, no por un cambio en los principios que nos rigen sino por un Gobierno vigoroso, en una palabra, militar, porque el que se ahoga no repara en lo que se agarra. Igualmente conviene (y esto en ambos partidos) que para que el país pueda existir es de absoluta necesidad que uno de los dos desaparezca. Al efecto se trata de buscar un salvador que reuniendo al prestigio de la victoria a la opinión del resto de las Provincias, y más que todo un brazo vigoroso salve a la patria de los males que la amenazan. La opinión, o por mejor decir la necesidad presenta este candidato; él es el general San Martín. Para establecer una aserción yo no me fundo en el número de cartas que he recibido de personas de la mayor respetabilidad de Buenos Aires, y otras que me han hablado en ésta sobre este particular; yo apoyo mi opinión en las circunstancias del día. Ahora bien, partiendo del principio de ser absolutamente necesario el que desaparezca uno de los dos partidos de uniarios o federales, por ser incompatible la presencia de ambos con la tranquilidad pública. ¿ Será posible sea yo el escogido para ser el verdugo de mis conciudadanos y cual otro Sila, cubra mi patria de proscripciones ? No, mi amigo, mil veces preferiré envolverme en los males que amenazan a este suelo, que ser ejecutor de tamaños horrores. Por otra parte, después del carácter sanguinario con que se han prounciado los partidos contendientes, me sería permitido por el que quedase vencedor usar de una clemencia que no sólo está en mis principios, sino que es del interés del país y de nuestra opinión con los Gobiernos extranjeros, o me vería precisado a ser el agente de pasiones exaltadas que no consulta otro principio que el de la venganza. Mi amigo, es necesario le hable la verdad, la situación de este país es tal, que el hombre que lo mande no le queda otra alternativa, que la de someterse a una facción o dejar de ser hombre público. Este último partido es el que yo adopto.

La historia, la experiencia de nuestra revolución me han demostrado que jamás se puede mandar con más seguridad a los pueblos que después de una gran crisis; tal es la situación en que quedará el de Buenos Aires después de esta lucha.

El no exigirá del que lo mande otra garantía que la de su tranquilidad. Si sentimientos menos nobles que los que poseo en favor de este suelo fuesen mi norte, yo aprovecharía de esta coyuntura para engañar a ese heroico pero desgraciado pueblo, como lo han hecho algunos cuantos demagogos, que con sus locas teorías los han precipitado en los males que lo afligen.

Después de lo expuesto cuál es el partido que me resta, mi presencia en el país en estas afligentes circunstancias lejos de serle de alguna utilidad, no es más que embarazosa, para la presente administración objeto de continua desconfianza, para los federales de esperanzas que no deben ser realizadas, y para mí de continuos disgustos, por lo tanto he resuelto regresar a Bruselas al lado de mi hija en donde permaneceré los dos años que juzgo necesarios para que concluya su educación. Finalizado este tiempo, regresaré a mi patria en su compañía, bien resignando a seguir la suerte a que se halle destinada. Esta es mi resolución, y al efecto me embarcaré en el paquete (barco) inglés que saldrá de ésta para Falmond (Falmouth), el 14 del próximo mayo.

Con qué placer, mi buen amigo, en lugar de regresar a Europa, me embarcaría para el Perú, a ofrecerle mis servicios en la justísima guerra que sostiene, pero cómo doy este paso aventurado sin ser llamado, yo estoy seguro que La Mar, Luna Pizarro y otros hombres de este temple, no lo desaprobarían; pero los malvados que por desgracia abundan en todas partes, no gritarían interpretando mis buenos deseos a miras ambiciosas y proyectos de soberanía de acuerdo con un Gabinete extranjero, y por este medio poner en compromisos a esa administración con mi presencia repentina. Creo excusadas más reflexiones sobre este particular. Tengo dicho a Usted con mis anteriores cuál era mi situación con respecto a intereses. Figúrese Usted cual me voy a encontrar en Europa cuando para realizar en ésta tres mil pesos en metálico, me han costado más de doce mil en papel, y sin esperanzas que este papel (única moneda circulante en Buenos Aires) mejore su crédito por las circunstancias del día y por consiguiente sin poderme sostener con los cinco mil pesos anuales que es todo lo que me producen mis fincas. Todas mis esperanzas están fundadas en lo que Usted me pueda mandar a cuenta de los nueve mil pesos de mi pensión, pues con dos mil o dos mil quinientos que se me dé podré sostenerme. Al efecto hago a Usted las prevenciones siguientes: Las cartas de Usted si son dirigidas por el correo ordinario de Buenos Aires (que me parece el medio más seguro de que lleguen a mi poder) vendrán bajo cubierta de don Gregorio Gómez, Vista de la Aduana de Buenos Aires, pues este amigo queda encargado de dirigírmelas a Europa. Si Usted me las remite por algún buque a Inglaterra, vendrán bajo cubierta de Monsieur Delisle Janovin et Delisle, Londres. Si es por alguno que venga a los Paises Bajos, pondrá Usted el sobre a Mr. Le Général Saint Martin, Bruxelles; pero siempre es preferible la vía de Buenos Aires si la comunicación está interrumpida. Lo que Usted perciba a cuenta de mi pensión, me lo dirigirá por letras de cambio o bien embarcando la especie en buques de guerra o mercantes en el primer caso. Ruego a Usted tenga el mayor cuidado con las personas que tiren las letras, pues me consta que la mayor parte de las que se han girado desde Lima, han sido protestadas; en cualquiera de los dos casos les prevengo que si son letras, las tome por triplicado, remitiéndome una en casda correo, y si el dinero es embarcago, haga lo mismo con los conocimientos.

Con la incomunicación absoluta de Buenos Aires con el resto de las provincias e interpretación de todos los correos, ignoramos por ésta lo que pasa en el Perú, sólo se ha dicho, haberse roto las hostilidades contra Colombia, y que de resultas de un combate naval, el bravo vicealmirante Gais (Guise) había sido muerto. También se ha asegurado marchar La Mar a ponerse a la cabeza del ejército. Dios le dé un completo acierto para cimentar la paz y mantener el orden y la tranquilidad.

Incluyo la adjunta carta de Solar; ella impondrá a Usted de los 1.000 pesos que se me adeuda. Si Riglos no ha cobrado la libranza que dio Cavero, debe entregársela a Usted, la que no dudo se negará a satisfacer ese Gobierno. Dispense, mi querido amigo, mis continuas impertinencias.

Mis más finos recuerdos a mi señora su madre y amable Rosita, y créame, mi querido amigo, hasta la muerte suyo. Carta de San Martín a Ohiggins, Montevideo 5/4. (1,T20,275-279)

San Martín opina sobre los Unitarios y Federales

Dije a Usted en mi anterior que en el caso de regresar a Europa no lo verificaría sin exponer las razones que me impulsan a dar este paso y por este medio a satisfacer a Usted y al corto número de mis amigos; este caso es llegado y paso a cumplir mi promesa.

El estado de mis intereses, es decir, la depresión del papel moneda en Buenos Aires no me permitían vivir en Europa por más tiempo, con los réditos de mi finca, los que aunque alcanzaban a cerca de 6.000 pesos, puestos en el continente, quedaban reducidos a menos de 1.500, así es que me resolví a regresar al país con el objeto de pasar en Mendoza los 2 años que juzgo necesarios para la conclusión de la educación de mi hija y agitar por la mayor inmediación el cobro de alguna parte de mi pensión del Perú, y al mismo tiempo hacer el ensayo de si, con los 5 años de ausencia y una vida retirada, podía desimpresionar a lo general de mis conciudadanos que toda mi ambición estaba reducida a vivir y morir tranquilamente en el seno de mi patria; todos estos planes se los llevó el diablo por las ocurrencias del día. Pasemos ahora al punto capital, es decir, el mi regreso a Europa.

Las agitaciones de 19 años de ensayos en busca de una libertad que no ha existido y más que todo las difíciles circunstancias en que se halla en el día nuestro país, hacen clamar a lo general de los hombres (que ven sus fortunas al borde del precipicio y su futura suerte cubierta de una funesta incertidumbre), no por un cambio en los principios que nos rigen (y que en mi opinión es donde está el verdadero mal) sino por un gobierno vigoroso; en una palabra, militar, porque el que se ahoga no repara en lo que se agarra; igualmente convienen (y en esto todos) en que para que el país pueda existir es de absoluta necesidad que uno de los dos partidos en cuestión desaparezca; a efecto, se trata de buscar un salvador, que reuniendo al prestigio de la victoria, el concepto de las provincias y más que todo un brazo vigoroso, salve a la patria de los males que la amenazan; la opinión presente este candidato, él es el general San Martín. Para establecer esta aserción yo no me fundo en el número de cartas que he recibido de respeto de ésa y en otras que en ésta me han hablado sobre este particular; yo apoyo mi opinión sobre las circunstancias del día. Ahora bien, partiendo del principio de ser absolutamente necesario el que desaparezca uno de los dos partidos contendientes, por ser incompatibles la presencia de ambos con la tranquilidad pública, ¿ será posible sea yo el escogicos para ser el verdugo de mis conciudadanos y cual otro Sila cubra mi patria de proscripciones ? No, jamás, jamás, mil veces preferiré envolverme en los males que la amenazan que ser yo el instrumento de tamaños horrores; por otra parte, después del carácter sanguinario con que se han pronunciado los partidos ¿ me sería permitido por el que quedase vencedor usar de una clemencia que está en mis principios, en el interés de nuestro suelo y en la opinión de los gobiernos extranjeros; o se me obligaría a ser el agente del furor de pasiones exaltadas que no consultan otro principio que el de la venganza ? Mi amigo, vamos claros, la situación de nuestro país es tal, que el hombre que lo mande no le queda otra alternativa que la de apoyarse sobre una facción, o renunciar al mando; esto último es lo que yo hago; años hace que Usted me conoce con inmediación y le consta lo indócil que soy a suscribir a ningún partido y que mis operaciones han sido hijas de mi escasa razón y el consejo amistoso de mis amigos. No faltará algún Catón que afirme tener la Patria un derecho de exigir de sus hijos todo género de sacrificios; yo responderé que esto, como todo, tiene sus límites; que a ella se deben sacrificar sus intereses y vida, pero no su honor y principios.

La historia y más que todo la experiencia de nuestra revolución, me han demostrado que jamás se puede mandar con más seguridad a los pueblos que los 2 primeros años después de una gran crisis, tal es la situación en que quedará el de Buenos Aires, que él no exigirá del que lo mande (después de la reciente lucha) que tranquilidad. Si sentimientos menos nobles que los que poseo a favor de nuestro suelo fuesen el norte que me dirigiesen, aprovecharía de esta coyuntura para engañar a ese heroico pero desgraciado pueblo, como lo han hecho unos cuantos demagogos que con sus locas teorías, lo han precipitado en los males que le afligen y dádole el pernicioso ejemplo de calumniar y perseguir a los hombres de bien, con el innoble objeto de inutilizarlos para su país.

Después de lo que llevo puesto, ¿ cuál es el partido que me resta ? mi presencia en el país en estas circunstancias, lejos de ser útil no es más que embarazosa; para los unos, objeto de continuas desconfianzas; para otros, de esperanzas que deben ser frustradas, para mí de disgustos permanentes, por lo tanto he resuelto lo siguientes.

He realizado 5.000 pesos en metálico, -y con el sacrificio que puede Usted ver con el cambio del día-, con ellos y con lo que me reditúen mis bienes, pienso pasar al lado de mi hija los 2 años que juzgo necesarios para completar su educación; finalizado este tiempo regresaré al país en su compañía, bien resignado a seguir la suerte a que se halle destinado; en este intermedio, no faltarán hombres que aprovechándose de las lecciones que las experiencias les ofrece, pongan la tierra a cubierto de los males que experimenta. Esta es mi esperanza, sin ella y sin el sueño (como dice un filósofo) los vivientes racionales dejarían de existir.

Yo no dudo que Usted encontrará mil razones para rebatir las que dejo expuestas, pero Usted convendrá conmigo en que los hombres no están de acuerdo entre sí (más) que sobre las primeras reglas de la aritmética.

No he querido hablarle ni una sola palabra sobre mi espantosa aversión a todo mando político: ¿ qué resultados favorables podían esperarse entrando al ejército de un empelo con la misma repugnancia que un joven recibe las caricias de una lasivo y asqueroso anciano ? Por otra parte ¿ cree Usted que tan fácilmente se hayan borrado de mi memoria los horrorosos títulos de ladrón y ambicioso con que tan gratuitamente me han favorecido los pueblos (que en unión de mis compañeros de armas) hemos libertado ? Yo he estado, estoy y estaré en la firme convicción de que toda la gratitud que se debe esperar de los pueblos en revolución es solamente el que no sean ingratos, pero confesemos que es necesario tener toda la filosofía de un Séneca, o la imprudencia de un malvado, para ser indiferente a la calumnia; esto último es de la menor importancia para mi, pues si no soy árbitro de olvidar las injurias porque pende de mi memoria, a lo menos he aprendido a perdonarlas, porque este acto depende de mi corazón. Al propósito de filosofía, ¿ se ha olvidado Usted el efecto que le hizo el papel publicado a su llegada a Chile por el célebre Padilla ? No por esto crea Usted quiera aplicarle la sentencia del Abate Reynal, él dice "nosotros los filósofos somos fuertes en teoría, pero muy débiles en la práctica".

Si no fuese a Usted, a Goyo Gómez o a Ohiggins con quienes tengo lo que se llama una sincera amistad y que conoce mi carácter, yo no me aventuraría a escribir con la franqueza que lo he hecho, pues se creería un exceso de orgullo, suponiéndome absolutamente necesario al país, o una sandez consuma el en solo imaginarlo; pero supongamos en que los datos en que me apoyo para persuadirme se piensa en mi para mandar (y el que tengo más seguro es el de haber recibido varias cartas de enemigos declarados míos) no sean sueños más que de mi imaginación, pregunto: mi presencia en el país después del presente sacudimiento ¿ no inspiraría desconfianzas al que lo mandare ? Usted me dirá que tengo dadas repetidas pruebas de que no lo deseo. Ahora bien ¿ creerá Usted si le aseguro por mi honor que a mi llegada a Mendoza del regreso del Perú se creyó que mi objeto era hacer una revolución para apoderarme del mando de la Provincia de Cuyo y que se me enseño una carta del gobernador de San Juan, Carril, en la que se aconsejaba se tomasen todas las medidas necesarias para evitar tamaño golpe ? Por fortuna del hijo de mi madre que el gobernador de Mendoza en aquella época era un hombre honrado y muy mi amigo, que de lo contrario me hubieran hecho hacer un Acto de fe más ? ¿ Ignora Usted por ventura que en el año 23 cuando por ceder a las instancias de mi mujer a venir a darle el último adiós, resolví en mayo venir a Buenos Aires, se apostaron partidas en el camino para prenderme como a un facineroso, lo que no realizaron por el piadoso aviso que se me dio por un individuo de la misma administración ? ¡ Y en qué época ! En la que ningún gobierno de la revolución ha tenido mayor popularidad y fijeza. Y después de estos datos no quiere Usted que ponga a cubierto (no de mi vida porque la sé despreciar) pero sí de un ultraje que echaría un borrón sobre mi vida pública. Convenga Usted señor Don Tomás el que la ambición es respectiva a la condición y posición en que se encuentran los hombres y que hay Alcalde de lugar que no se cree inferior a Jorge IV.

Diga a Usted en mi anterior que no había sido llamado al Perú y ahora añado que si mi repentina presencia en aquel país no comprometiere la administración actual dando margen a los malvados a miras ambiciosas o planes de monarquía en combinación de algún gobierno extranjero (pues por lo respectivo a La Mar estoy seguro no lo desaprobaría) esté Usted seguro que en vez de regresar a Europa iría por 2 años a prestarles mis cortos servicios, no para mandar en jefe pero sí como un general subalterno; de todos modos si se me llama marcharé sin detenerme por el cabo (Cabo de Hornos) y Usted será el primero que lo sepa.

Me he extendido más de lo que me había propuesto pero Usted tiene la rara y singular habilidad de hacerme escribir largos cartapacios, éste no será el último pues antes de partir lo repetirá su invariable amigo. El dador de ésta lo será el Sr De Duarte da Ponte Ribeira ministro del Brasil cerca de la República del Perú, sujeto recomendable a quien estoy seguro tendrá una satisfacción en tratar. Vale. Carta de San Martín a Guido, Montevideo 6/4 (1,T19,113-119).

Un recomendado de San Martín enoja a Guido

Mi querido amigo, no se extrañe Usted que le haya escrito como un rico y gostoso viejo porque cuanto me cerca contribuye a mi mal humor. Es una especie de castigo vivir en este país mientras no cesen las guerra civil y los continuados desastres que causa. Basta leer nuestros papeles públicos para colegirse por ellos los sucesos y su trascendencia. Dejemos esto.

Esta mañana se me ha presentado la señora Quevedo y su esposo con una carta de recomendación de Usted; la fisonomía y traje del varón me hicieron creer que no era el verdadero marido de la Quevedo sino un fraile apóstata. Principié a preguntarle con impertinecia por el señor Quevedo y el buen hombre, empeñado en averiguar si era verdad que todo extranjero tenía que alistarse en la milicia activa, no atinaba a contestarme a derecho si era o no el verdadero Quevedo que yo buscaba; al ver su distracción y al leer lo de la lanza yo me reía sin poder contenerme, y él, a su turno, hacía lo mismo; el paso fue de comedia, y mucho más cuando yo tuve la sandez de hacerle entender el gran valor de la recomendación de Usted. ¡ Mal que no lo hubiera hecho nunca ! El fraile atrapó la ocación para ejercitar mi paciencia y me sopló con su introito y señales que entraron sus servicios, sus solicitudes, sus amores, su fuga, sus viajes, y el gran demonio que lo salvó... ¿ De dónde ha sacado Usted este pariente ? ¿Por qué me lo ha echado a cuestas? El maldito, según los síntomas, viene como bañado en el Jordán, y a no ser el tomo en folio a que cualquier mortal se puede entretener, era negocio mandarlo a un convento a tomar el hábito de Donas. Ruego a Usted, mi amigo, por los huesos de Mahoma que vio, no me vuelva a enviar semejantes jumentos, porque es lo único que me falta para volverme loco.

Puesto Usted me dice que en caso de resolverse a regresar a Europa, me lo avisará, no vuelvo a tocar este punto.

Según la vida que Usted ha entablado, poco le interesarán las noticias, pero si quisiese satisfacer alguna curiosidad, el señor Alvarez, conductor de ésta, puede darla con exactitud, como testigo fue de cuanto pasa por acá. Expresiones del señor Quevedo, y mande a su afectísimo amigo, pero sin lanza. Carta de Guido a San Martín, Buenos Aires 7/4. (1,T19,265)

Rondeau firma el pasaporte de San Martín

Por cuanto pasa hasta la ciudad de Bruselas, capital del Reino de los Países Bajos, el señor general José de San Martín, ciudadano de las Provincias Unidas del Río de la Plata con un criado. Por tanto, se previene a los individuos sujetos a este Gobierno no le pongan el menor impedimento, antes le prestarán todo auxilio; y a los que no lo son, se les ruega y suplica que así lo verifiquen. Dado en la Aguada de Montevideo 9/4, José Rondeau (1,T19,266). Queda refrendado el presente pasaporte. José Rondeau (Gobernador Interino de Montevideo) 9/4 (1,T19,233).

San Martín se entrevista con Trolé y Gelly

Estimado general, los señores Trolé y Juan Andrés Gelly me han entregado la de Usted del 4 del corriente, ellos le dirán cuál ha sido el resultado de nuestra conferencia; por mi parte, siento decir a Usted que los medios que me han propuesto no me parece tendrían las consecuencias que Usted se propone para terminar con los males que afligen a nuestra Patria desgraciada.

Sin otro derecho que el de haber sido su compañero de armas, permítame Usted, general, le haga una sola reflexión, a saber: que aunque los hombres en generaljuzgan de lo pasado según su verdadera justicia, y de lo presente según sus intereses, en la situación en que Usted se halla una sola víctima que pueda economizar le servirá de un consuelo inalterable, sea cual fuere el resultado de la contienda en que se halla Usted empeñado, porque esta satisfacción no depende de los demás sino de uno mismo.

Admita Usted los sentimientos de estimación con que en todos tiempos lo ha distinguido su atento servidor. Carta de San Martín a Lavalle, Montevideo 14/4. (1,T19,266)

La Entrevista

Después de escrito ésta recibo la del general Lavalle (4/4), que remito en copia, con mi contestación, su objeto era que yo me encargare del mando del ejército y Provincia de Buenos Aires, y transase con las demás provincias, a fin de garantir por mi parte y el de los demás gobernadores, los autores del movimiento del 1º de diciembre (Revolución Unitaria: Dorrego es derrocado por Lavalle); pero Usted conocerá que en el estado de exaltación a que han llegado las pasiones, era absolutamente imposible reunir los partidos en cuestión, sin que quede otro arbitrio que el exterminio de uno de ellos. Por otra parte, los autores del movimiento del 1º son Rivadavia y sus satélites, y a Usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no sólo a este país, sino al resto de América con su infernal conducta. Si mi alma fuese tan despreciable como las suyas yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es necesario enseñarles la diferencia que hay de un hombre de bien a un malvado. Digo a Usted en la mía del 15, que para el próximo paquete de mayo me marcharía a Europa, pero lo verificaré en el que sale a fines de éste. Adiós otra vez, por siempre su invariable. Posdata de la carta de San Martín a ... 19/4. (1,T20,280. La carta es para Ohiggins: 4,T9,49)

San Martín debe aclarar todo lo que dice y no quedar escrachado

General y amigo: habría recibido una satisfacción con saber de Usted si esta noticia no viniese acompañada de otra que me afecta en todo sentido. Regresa Usted a Europa cuando todos le creíamos deseoso de vivir en América. ¿ Qué pueden inferirse de aquí sino que Usted o la Patria ya no le inspira interés o que ha desesperado de su salud ? Cualquiera de las dos cosas es un mal que para mí agrava mucho el de la ausencia, pero Usted lo quiere, si a Usted le conviene que sea para bien. En cualquier destino tenga Usted tenga presente mi nombre, mi amistad y posición, cuando ésta pueda serle útil en algo. Yo haré otro tanto, y en la soledad del Cuareim me ocuparé gustoso en darle informes del estado y progreso de su país nativo. Carta de Fructuoso Rivera a San Martín, Santa Lucía (Uruguay) 15/4. (1,T19,269)

General y amigo: antes de partir deseo sacar a Usted de un error, que me sería bien sensible no disiparlo, me explicaré. En su apreciable del 15 me dice Usted (hablando en relación a mi regreso a Europa) lo siguiente: "¿ Y qué puede inferirse de este paso o que la Patria no le inspira ya interés o que desespera de su salud ?" La primera hipótesis me ofende, le hablo con franqueza, general; la segunda no existe, lo demostraré. Un solo caso podía llegar en que yo desconfiase de la salud del país, éste es cuando viene pronunciada una cuasi absoluta mayoría en él por someterse otra vez al infame yugo de los españoles. Usted conoce como yo que esto es tan imposible como el de someterse nuestros antiguos amos a nosotros; más o menos males, más o menos progresos en las fortunas particulares, más o menos adelantos en nuestra civilización. Es verdad que las consecuencias más frecuentes de la anarquía son la de producir un tirano que, como Francia, haga sufrir al país los males que experimenta el que él domina, mas aun en este caso, tampoco desconfiaría de su salud porque sus males estarían sujetos a la duración de la vida de un solo hombre. Después de lo expuesto, queda pendiente el por qué me voy, siendo así que ninguna de las dos razones que Usted cree son las causales de mi regreso a Europa; varias son las que tengo, pero dos principales son las que me han decidido a privarme del consuelo de por ahora no estar en mi Patria; la primera, no mandar; la segunda, la convicción de no poder habitar mi país como particular en tiempos de convulsión sin mezclarme en divisiones. En el primer caso (y no se persuada Usted que las afligentes circunstancias en que se halla la Patria son las que me hacen no desearlo, persuadido por la experiencia que jamás se puede gobernar a los pueblos con más seguridad que después de una gran crisis) es la certeza de que mi carácter no es propio para el desempeño de ningún mando político; y en el segundo, el que habiendo (desgraciadamente para mi) figurado en nuestra revolución siempre seré un foco en que los partidos creerán encontrar un apoyo, como me lo ha acredita la experiencia a mi regreso del Perú y en las actuales circunstancias. He aquí un extracto, general, los motivos que me impulsan a confinarme de mi suelo, porque firme e inalterable en mi resolución de no mandar jamás mi presencia en el país es embarazosa. Si éste cree que algún día como soldado le puedo ser útil en una guerra extranjera (nunca contra mis compatriotas) yo lo serviré con la lealtad con que siempre lo he hecho, no sólo como general, sino en cualquier clase inferior en que me ocupe; si no lo hiciere yo no sería digno de ser Americano. Persúadase Usted, general, que al hacerle esta exposición no me ha animado otro motivo que el de satisfacer a un hombre, cuyos servicios a favor de su país, me hacen mirarlo no sólo con consideración sino con sentimientos de amistad sincera que le profesa su afectísimo servidor. PD: Acepto gustosísimo el ofrecimiento que me hace Usted de darme noticias de los progresos de mi país nativo, él merece la consideración de los hombres de bien, porque sus hijos son en proporción de su humildad, bravos y patriotas. Carta de San Martín a Fructuoso Rivera, Montevideo. (1,T19,270-271)

San Martín desconfía de su apoderado Salvador Iglesias

Compañero y amigo; acabo de saber que Iglesias ha marchado al Perú con el objeto de hacer valer el poder que le había dejado y cobra mi pensión. Yo debo prevenir a Usted que la conducta de este hombre con resecto a mi, ha sido poco fiel e interesada. Sírvale a Usted de gobierno para que absolutamente en mis asuntos la menor intervención.
En mi anterior se me había olvidado encargar a Usted 4 docenas de mechas que había ofrecido le remitiría a mi amigo el conde Vervich, de cuyo sujeto he recibido en mi estada en Bruselas las mayores atenciones de amistad y cariño; por lo tanto le suplico que por el primer barco que salga para Anvers me las remita; avisándome por correo ordinario el nombre del buque para recogeralas.
Adiós, mi querido amigo, mis afectuosos abrazos a su amable familia, y se repite hasta la muerte suyo. Carta de San Martín a ..., Montevideo 19/4. (1,T20,279. La carta es para Ohiggins: 4,T9,49)

El tío Hilarión y su novia Uruguaya, vuelven loco a San Martín

¡Qué es de Hilarión...! Por ventura se ha reconciliado con mi hermano Manuel (Escalada, sobrino de Hilarión de la Quintana). Dé Usted a ambos mis recuerdos, esto es si se halla en gracia del primero. Qué batallas tan furibundas no me dio en Montevideo. Dios se lo perdone; protesto a Usted que le había tomado tal miedo que a pesar de la distancia que nos separa aún no ha desaparecido del todo. Desgraciadamente el amor (que indistintamente ataca a toda edad y profesión) bajo la figura de una rolliza y pelinegra lechera se apoderó del corazón de mi tío y lo convirtió en un volcán. ¡ Qué escenas no presencié, mi querido amigo ! Antes ni después del sitio de Troya no las había comparables. Hubo moquetina de tal tamaño que la diosa espantada se me presentó en mi casa a deshoras de la noche buscando mi protección. Yo creí que el juicio final había llegado. Carta de San Martín a Guido. (Bruselas 6/2/1830;1,T20,125)

San Martín deja América por dos años

Mi querido amigo: dije a Usted en mi anterior dirigida por el caballero Duarte da Ponte, ministro del Brasil cerca del Perú, que antes de marchar le escribiría mi última de estos desgraciados países. En aquella fecha 6 me abstuve de decirle algo acerca de mi falsa posición en este Estado. A pesar de lo que Usted me decía en la suya del 12 de marzo, que para convencerme de la necesidad de quedarme en el país me decía Usted lo siguiente "¿ pero no juzga Usted asegurada su independencia y tranquilidad personal permaneciendo en Montevideo ?" No, mi buen amigo, no lo creí jamás, sobre esto sería entrar en largos detalles, pero baste decir a Usted que no se trataba de nada menos ponerme a mi de tercero en discordia entre los partidos de Lavalleja y Fructuoso Rivera, por consiguiente a aquí me tenía Usted metido entre dos fuegos. En fin, sobre este particular impondrá a Usted por menor Mariano Escalada y Hilarión. Yo hubiera esperado hasta el Paquete (Barco) de mayo con el fin de ver los resultados y al mismo tiempo arreglar mis negocios, pero las circunstancias me hacen arrancar dentro de dos días. Confíese Usted o por lo menos convenga en que yo soy una planta que no puede vivir en el país si éste no adquiere un grado tranquilidad capaz de que yo pueda estar tranquilo bajo la protección no de los hombres pero sí de las leyes. No se olvide Usted de escribir cuando tenga un rato desocupado a un viejo amigo. Prométamelo en su primera carta que lo hará. Adiós, jamás jamás dejaré de ser su sincero amigo. Carta de San Martín a Guido, Montevideo 19/4. (1,T20,119)

Mi querido amigo: sin contestación a mi última, sólo tomo la pluma para decirle adiós pues el paquete (barco) se espera hoy. Yo no sé si es la incertidumbre en que dejo el país y mis pocos amigos u otros motivos que no penetro, ello es que tengo un peso sobre mi corazón que no sólo me abruma sino que jamás he sentido con tanta violencia. Usted sabe la estrecha amistad que me ha unido y une a Goyo Gomez desde mi llegada a América, creo es excusado recomendárselo conociendo su honradez. Ruego a Usted no se olvide escribirme el desenlace de esta crisis. Dios haga y sea feliz y que le sirva a ese pueblo de lección para lo sucesivo. Adiós, mi amigo, que sea feliz es cuanto le desea su invariable. Carta de San Martín a Guido, Montevideo 27/4. (1,T20,120)

San Martín en Alta Mar, se acuerda de su tío Hilarión

En conclusión baste decir a Usted que protegido de Eolo y Neptuno (Dioses de los Vientos y Mares) me hallaba ya en el Ecuador (Línea o Paralelo Ecuatorial) y aún la sombra de Hilarión me perseguía. En fin, Manuel y Mariano (Escalada, cuñados de San Marín) podrán dar a Ustedes detalles circunstanciales sobre tan estupendos acontecimientos. Carta de San Martín a Guido. (Bruselas 6/2/1830;1,T20,125)

Rosas y López derrotan a Lavalle en Puente de Márquez

Mi querido amigo; incierto de si esta carta encontrará a Usted en Montevideo la reduzco a acusarle recibo de las últimas suyas, reservándome escribir largo el próximo paquete.

Las razones en que Usted apoya su regreso a Europa son, confieso, bien sólidas, no tengo que reprocharle sino la falta de paciencia para esperar un poco más, pero a esto contesto a Usted con que se le quiere ingerir en la mediación entre los generales Lavalleja y Rivera.

En la batalla del 26 (abril, Batalla de Puente de Márquez), de que hacen mención los boletínes que Usted habrá visto, se ha derramado sangre americana en abundancia; sin embargo, los ánimos continúan caldeados, y aunque hay visos de una transacción, todavía no puedo asegurar si tendrá lugar, ni cómo ni cuándo. Hay intereses tan cruzados que es difícil ponerlos a nivel.

Bernardino Rivadavia se embarca hoy para Francia, y se me asegura que Agüero, mañana. También el cónsul francés ha pedido su pasaporte y parte para esa plaza.

Lavalle permanece con su columna en Flores, y Rosas (Juan Manuel) y López (Estanislao) con sus fuerzas en Luján. Algunos jefes del ejército se han pasado a incorporárseles. Si el genio de la razón no se interpone, probablemente habrá otra batalla muy pronto. Así se está desolando nuestra desgraciada Patria.

He escrito más de lo que quería, pero de algún modo hemos de pagar la bondad con que Usted se detuvo a reflexionar en su penúltima carta. Quiera la fortuna guiarle en su viaje y volverlo a su país más tranquilo. A todas partes le acompañan los votos más sinceros de amistad. Carta de Guido a San Martín, Buenos Aires 1/5. (1,T19,272)

San Martín llega a Inglaterra y tiene un accidente, debe recuperarse en Londres

A mi regreso de América y en mi viaje de Falmouth a Londres volcó el coche del correo en que venía y con uno de los vidrios me hice una profunda herida en el brazo izquierdo, más por no exponerme a andar danzando en los papeles públicos guardé el más profundo incógnito. Carta de San Martín a Ohiggins. (Bruselas 12/2/1830;1,T19,278)

Efectivamente, no ha sido incierta la noticia del desgraciado incidente que sufrí en mi viaje desde Falmouth a Londres -el coche del correo en que venía volcó por la noche y con uno de los vidrios me hice una fuerte herida en el brazo izquierdo cerca del sobaco; yo guardé el más completo incógnito por evitar el salir danzando en los papeles públicos y alarmar a mis amgios; los deseos de ver a mi hija me hicieron poner en marcha a los 3 días de mi llegada a Londres, de lo que resultó emperarse la herida en términos de dar cuidado a los facultativos; en el día me encuentro bueno aunque no cicatrizada del todo, más yo espero que a beneficio de los baños de Aix La Chapelle que pienso tomar esta primavera la cosa será concluída. Carta de San Martín a Guido. (Bruselas 6/2/1830;1,T20,123)

San Martín en Bruselas, las divisiones de Argentina

Mi apreciable amigo. Hasta antes de ayer no me han entregado su apreciable del 18 del pasado a que contesto.

Efectivamente mi salud se había resentido con la mutación de los calores de nuestro clima al norte de Europa, afortunadamente en el día me encuentro completamente bueno.

Ya había visto por papeles públicos y por cartas particulares ver de Buenos Aires la participación acordada entre Rosas y Lavalle.
Dios quiera que mis pronósticos no se realicen, pero me parece que la tal pacificación no será de larga duración vistos los elementos y el encarnizamiento de ambos partidos. No nos hagamos ilusiones, el hombre que se ponga al frente de la administración de nuestro país no le queda otra alternativa que la de apoyarse en uno de los dos partidos en cuestión, y en este caso es de necesidad desaparezca el otro. Partiendo de este principio (para mí de una verdad demostrada) V. conocerá que mi presencia en nada contribuiría a aminorar los males que afligen a nuestra Patria desgraciada.

He leído de los dos folletos que V. ha tenido la bondad de remitirme: el de la indicaciones de V. a las imputaciones del Tiempo y Pampero , permítame V. le diga con franqueza que en su lugar yo no hubiera tomado la molestia de contestar, sino con el más alto desprecio.

Si se halla en esa el Coronel Iturregui ruego V. le de mis más finos recuerdos, como igualmente a los señores Egaña y Barbas, el primero de estos creo que ya estará cerca de Chile.

Quedo celebrando esta ocasión que me proporciona asegurarle con sinceridad su afectuoso amigo y compatriota. Carta de San Martín a Manuel Moreno, Bruselas 10/10. (Y, Sala VII, Legajo 2080)

San Martín en Bruselas, desde 1827 le ha puesto el ojo a su futuro Yerno

He visto su nombramiento (Guido) al ministerio de relaciones exteriores; como amigo de Usted lo siento, como individuo del país me alegro. Recomiendo a Usted a nuestro cónsul de Amberes, Mr Delisle, yo creo que estos funcionarios públicos son muy útiles como no cuesten dinero y que sirvan los empleos ad honorem. Ignoro si este rasgo de latinidad está bien o mal escrito porque ha de saber Usted que el general San Martín ha estudiado dos años la gramática latina y según el antiguo adagio de que la letra con sangre entra tengo bien presente los azotes que me costó la siguiente oración: "el muchacho fue a comprar el trompo" puer pueris, emo emis, trocus troqui. El resultado de esta bella máxima y de la sabia educación que se daba en aquellos tiempos (para nos, hace 40 años) ello es que yo salí como entré, excepto los consabidos latigazos - basta de broma.

Tendrá presente que cuando Usted me vino a ver al paquete (barco en Buenos Aires) le hablé sobre el joven Balcarce (Mariano, 22 años) hijo de nuestro honrado y bravo amigo el difunto general (Antonio Gonzalez Balcarce), es el caso que este joven que por su conducta y aplicación puede ser de gran utilidad a la patria se halla agregado a la legación en Londres (creo que con 1.500 pesos). Usted conoce lo que cuesta seguir los estudios en Inglaterra, se trata de que se le conceda licencia por dos años para pasar a París pero siempre agregado a la legación a fin que pueda terminar sus estudios en este último punto. Yo escribo al amigo Viamonte sobre este particular y ruego a Usted encarecidamente despache esta solicitud sin demora.

Mi salud es buena a pesar de los fuertes fríos que se experimentan. En fin, amigo mío, es preciso convenir que estas latitudes no pueden convenir a los que estamos acostumbrados a países más meridionales, sin embargo mi hija se halla robustísima y haciendo progresos en su educación. Muchas cosas a la costilla (esposa) y niños. La contestación venga bajo cubierta de Balcarce y en la valija del gobierno pues por este medio me ahorro el porte que como Usted sabe son exhorbitantes. Carta de San Martín a Guido, Bruselas 9/12. (1,T20,121-122)

Bibliografía

1) Instituto Nacional Sanmartiniano. Documentos para la Historia del Libertador General San Martín, Tomos (T) 1 al 20.
2) Espejo, Gerónimo. El Paso de los Andes.
3) Instituto Nacional Belgraniano. Documentos para la Historia del General Don Manuel Belgrano, Tomo (T) 1 al 7.
4) Instituto Ohigginiano. Archivo de Don Bernardo de Ohiggins, Tomos (T) 1 al 37.
5) Documentos para la Historia de la Bandera Argentina (2001), Guillermo Palomo y Valentín Espinosa.
6) Actas Capitulares de Mendoza, Tomo (T) 1 al 4.
7) El Redactor de la Asamblea 1813-1815.
8) Espinosa, José María. Memorias de Gervasio Antonio de Posadas.
9) Archivo Histórico de Tucumán.
10) Revista de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Tomos (T) 1 al 25.
11) Registro Oficial y Nacional de la República Argentina.
12) Senado de la Nación Argentina, Biblioteca de Mayo, Tomos (T) 1 al 19.
13) Diario Los Andes.
X) Archivo General de la Provincia de Mendoza: Época Colonial e Independiente (EC,EI), Carpetas y Documentos (C,D), Protocolos (P).
Y) Archivo General de la Nación Argentina: Documentos Escritos.
Z) Archivo Nacional de Chile.