En la zona del sur mendocino vivían aborígenes que se diferenciaban de los araucanos, que invadieron la región a mediados del siglo XVII. Eran los Pehuenches antiguos y los Puelches Algarroberos y Puelches de Cuyo.
Pehuenche es una voz araucana que significa "gente de los pinares". Estos montañeses eran cazadores de guanacos y recolectores de semillas y frutas silvestres, de algarroba, molle, piñones de araucaria. Con estos hacían una especie de pan y una bebida parecida a la chicha; los piñones reunidos en una época del año se conservaban en silos subterráneos para el consumo en todo tiempo. Cuando llegó el caballo, se aficionaron a su carne.
Las armas que utilizaban eran el arco y la flecha, las boleadoras de dos bolas y, al comenzar la araucanización, usaron también la lanza de varios metros de largo; las flechas llevaban una punta triangular sin pedúnculo.
Trabajaban el cuero para confeccionar prendas de vestir y cubiertas para los toldos y recipientes; usaban unos odres de piel de guanaco para el transporte de agua. Los que vivían cerca de los lagos habrían fabricado balsas, probablemente de juncos o de totora. Los trabajos de plumas eran una de las ocupaciones principales de los hombres, pero en lo que más se distinguieron los pehuenches fue en el arte de la cestería, que aprendieron de los huarpes, sus vecinos. Su lengua era el Mapudungun.
Los Puelches de Cuyo o Algarroberos se encontraban en Mendoza al norte de los Pehuenches en el pedemonte cordillerano, entre los ríos Barrancas-Colorado y el río Diamante que los separaba de los Huarpes. Habitaban también en el Norte de la provincia del Neuquén antes de ser desplazados por los Pehuenches, a su vez empujados por los Huiliches Serranos. Eran un grupo afín a los Pehuenches originales, que también pertenecía al grupo huárpido.
Su alimento principal fue la algarroba y como diferencia sustancial con los Pehuenches que eran básicamente recolectores, estuvo su acentuado carácter cazador. Sus principales parcialidades fueron: Morcoyanes, Chiquillanes, Oscoyanes y Tinguiriricas. Los Chiquillanes habitaban desde el cerro El Nevado hasta el departamento General Alvear y el río Diamante, y sectores aledaños de Chile. Los Morcoyanes ocupaban la región de la Payunia. Para los Puelches, el alimento principal era la algarroba, por eso se les llamó algarroberos. La lengua utilizada era el Tehuelche (pre Araucana) y Pampa (pos Araucana).
Puelches-Pehuenches y Colonizadores (Documentos históricos)
En diciembre de 1552, Villagra logra reunir una expedición con 70 hombres, entre los que se encontraban: Alonso de Reinoso (maestre de campo), Alonso Hidalgo, Cristóbal Varela, Diego Cano, Enrique Rodríguez, García de Corrales, Hernando de Alvarado, Jerónimo Nuñez, Jerónimo de Ayala, Lorenzo Bernal de Mercado, Martín Ruiz de Gamboa, Pedro de Avendaño, Sebastián Martínez de Vergara y otros; parten desde la ciudad de Villarica (Chile) hacia el nordeste, cruzándo la cordillera de los Andes y desde allí se dirigen hacia el este para descubrir la Mar del Norte. Después de marchar durante 20 días por caminos intransitables, llegan a dos ríos muy caudalosos que no logran cruzar (confluencia del río Limay y el río Neuquén - Ciudad de Neuquén), entonces, regresan en dirección oeste siguiendo el curso del río Neuquén. A partir de allí y en su afán de descubrir nuevas regiones, ingresan en los grandes valles de Maguei y Champunlle (Neuquén) y, por último, al valle de Malalhue (Malargüe), en donde se encuentran con un fuerte con
20 poelches (Puelches) y al querer hacer amistad con ellos, son atacados por los aborígenes, dando muerte a 4 soldados españoles e hiriendo a Gamboa en un ojo y en la pierna; luego del combate, los naturales de la región son sometidos y tomados prisioneros. (6,T9)
Desde la ciudad de Rancagua (Chile) el 19/10/1604, llega a Mendoza un decreto del gobernador Diego de Araya, notificando las
Leyes Premáticas (Pragmáticas) y ordenanzas, cédulas y provisiones reales, procurando la conservación de los
naturales (aborígenes) y, que sean relevados (censados) y
bien tratados de modo que no se les haga agravio alguno y que sean adoctrinados en las cosas de nuestra santa fe católica, ley natural y buena policía, castigando con demostración a los que mal y daño le hicieren, guardándoles su libertad como a vasallos de su Majestad y haciéndoles buenos tratamientos, para que aficionados de ellos los que están por reducir a su real servicio lo hagan, y cuando no bastaren, les haréis las corredurías y malocas que convengan para excusar los daños que hacen a los españoles caminantes que andan en sus contrataciones de la dicha provincia (Cuyo) a la de Tucumán. La transcripción del decreto al libro de cabildo es realizado por el escribano Juan Flores en febrero de 1605. (1,316)
En sesión del Cabildo de Santiago de Chile del 21/3/1658, se dio cuenta y traslado de que el enemigo de este Reino estaba para pasar a la Provincia de Cuyo a destruirla; y que de ella, ayer tarde, vino nueva de cómo ha pasado y vienen al dicho efecto caminando
dos mil indios con sus armas y prevención, y por lo que se temía el daño que habían de causar el Fiscal de este Reino tiene pedido a los vecinos encomenderos de la dicha Provincia vayan o envíen Escudero (Captaz). (7,T1,194)
Por carta del licenciado Jacinto de Medina, cura de Mendoza, escribe el 2/9/1658 al gobierno de Chile, que estando el corregidor Melchor de Carvajal y Saravia en la ciudad de San Juan, tuvo noticia de la alteración de los indios, e hizo un fuerte en la Iglesia Matriz, en donde recogió las armas; que el día 22/7, condujo a Mendoza a los
prisioneros en colleras con sus familias de hijos y mujeres, que traían por tan hecha la presa que las mujeres venían por el maíz y ellos por los despojos; que las chiñoras y curichis, que por estos términos se decían, es gente heredada de varias naciones según sus relaciones: unos
pehuenches, otros puelches, mocotanes o paratanes, que todos estaban juntos, y que los pehuenches se retiraron a una legua a esperar para en el tiempo del maíz venir 2.000 indios. Por otra carta enviada el mismo día por el corregidor Saravia, da cuenta de como se sucedieron los hechos: todo se inicia estando el Corregidor en la ciudad de San Juan, el 15/7, se entera por un indio cautivo que los enemigos
puelches y pehuenches, en número de 200 se encontraban a 15 leguas de Mendoza, por lo cual partió el día 20 del dicho mes, con 70 españoles a su encuentro, pero no dio con ellos porque la nieve había cubierto los rastros; que llegó al río Latuer por la Sierra y el día 2/8 despachó a 6 hombres y a las 4 de la tarde tuvo noticia de que había topado con los puelches; que se encontró con el cacique
Bartolo y su hermano y agasajándolo, se fue con ellos a media legua de distancia, donde tenían sus toldos; que preguntando a estos caciques por los pehuenches, le respondieron que en número de 100, se habían vuelto del río Latuer, muy cansados, pues caminaban desde hacían 20 días; que llegando a sus tolderías encontró a 100 indios con las caras tiznadas y con las celadas (cascos) puestas, quienes dijéronle que vinieron a pelear, pero que los indios los habían sosegado en un parlamento que hicieron; que, ya puesto el sol, les hizo quitar las flechas a los indios y a los Caciques las espadas y después de llegar la caballada con la retaguardia, una hora después de anochecido, alojó el campo, poniendo a los indios en el cuerpo de guardia y guardando consigo a los Caciques con todo agasajo; que, enterado por un indio, que allí había pegüenches, interrogó al cacique Bartolo, quien le contestó que era amigo de españoles, y para cerciorarse, alumbrado de una vela, lo llevó a ver al indio del Parlamento que resultó ser conocido, por lo cual hizo prender a Bartolo, y a su hermano y a otros indios que confesaron les dio garrote; que apenas amaneció hizo recoger el campo encontrando 152 caballos flacos, y entre las mujeres, sedas, jabones, plata monedas, camisas, vestidos, etc; que los puelches que hayó parecen ser una división del ejército y que los pehuenches se han retirado al interior para convocar más gente; que hay peligro de que estos indios se comuniquen con los
Calchaquies por el valle de Jaurúa, lo que puede remediarse poniendo 100 hombres en el cerro Nevado, para amedrentarlos; que no puede sacarse gente de la ciudad de San Juan por ser frontera de los Calchaquíes y quedaría a merced de los indios de servicio; que los vecinos de San Juan no prestan ayuda pues los más de ellos se hayan cargados de preheminencias (privilegios) que solicitan por hallarse excentos de cualquier orden y mal se puede acudir con ellos al servicio del Rey, no habiendo en esta ocación vecino ni capitán que se aviase, siendo tan necesario, por lo cual no ha tenido más auxilios que los de el castellano Francisco de Cherinos y del maestre de campo Diego de Salinas, a quienes debe de honrarse; que ha tenido noticia de la Ciudad de San Luis que los indios han atacado a los Alcaldes y que los de Córdoba se apoderan de las carretas; y que todo esto es más grave por estar la Provincia entera escasa de armas. A su vez, el Cabildo de San Juan informa a la Real Audiencia de Chile que viene en camino el cacique
Pedro de Bórquez, rey calchaquí, que pasando por el valle Fértil ha quemado Iglesias y ha hecho desalojar a los padres de la Compañia de Jesús, y, que tiene intenciones de aliarse con los Puelches y Pehuenches para atacar Mendoza. (7,T1,197)
El 7/8/1658 las autoridades del Cabildo de Mendoza le solicitan al corregidor Melchor de Caravajal y Saravia, que se haga un fuerte en parte conveniente donde haya agua porque al presente el que está tiene el pozo seco, porque consta a este Ayuntamiento que el enemigo (Mapuches) está por venir como así lo han declarado los
Pihuenches (Pehuenches) que fueron atacados. (3,199)
Por título del gobernador de Chile, Angel de Pereda, el 28/9/1663, se designa Capitán del batallón de Santiago de Chile a Melchor de Carvajal y Saravia. Consta del referido título que Saravia ha sido Corregidor y Justicia Mayor de la Provincia de Cuyo, en donde sostuvo guerra viva por haber entrado el enemigo
auca, puelche y pehuenche y con muy pocas fuerzas salió a su encuentro más de sesenta leguas de la Ciudad y castigó y apresó doscientos indios. (7,T1,224)
Para el 17/3/1664, el capitán Fernando Baez Palacio, presenta un título de Capitán de Caballos, despachado por Francisco de Meneses de la Real Audiencia de Chie; leído el mismo es recibido en el cargo y es puesto al frente del ejército para hacer frente a los
puelches y pehuenches y descubrimiento de
Paien. (3,288)
El 16/8/1668 llega una notificación al Ayuntamiento, en donde se informa que ha entrado el enemigo
Puelche y Pehuenche en las estancias del valle de Uco y han tomado cautivos a 14 o 15 indios y un español llamado Nicolás Cortéz y su mujer, como así también caballos y mulas que en dicho valle había, todo lo cual ocurrió el 2/8, llegando el aviso a oídos de las autoridades el 4/8. Y que a raíz de lo sucedido, el teniente de corregidor Pedro Gómez Pardo despachó a la ciudad de San Juan de la Frontera, un mensajero para que diera aviso al corregidor Antonio de la Maza. Enterado del suceso, el Corregidor se armó de un ejército con gente de aquella ciudad y llegó a Mendoza el 13/8 en defensa de la misma. Una vez arribado, el Corregidor dispuso alistar más gente para conformar una fuerza mayor. Es entonces que las autoridades del Cabildo y en conocimiento de los sucesos ocurridos en el sur, le piden al corregidor Maza que no se lleve tantos vecinos, debido a que no hay tantos caballos en la ciudad y que muchos de ellos están sembrando sus tierras, y son necesarios para el sustento de la ciudad. Además, le solicitan que no pida refuerzos al gobernador Meneses, porque no habrá forma de abastecer con comida a los soldados que envie. A su vez, el Cabildo le informa al corregidor Maza, que la defensa en el sur llevará 3 meses y que enterados los otros
indios de la Reducción, vendrán a saquear la ciudad. Es por ello que los Capitulares, le solicitan al corregidor Maza, se sirva de llevar solamente aquellos vecinos que no están sembrando, y si hay dos vecinos que siembren la misma chacra que deje a uno y se lleve al otro como refuerzo para el ejército. (3,423)
Luis Jofré, se presenta al juez Arbieto el 25/2/1672, y dice que la noche anterior recibió carta del Alcalde de Mendoza en que le comunica que en el Paraje Las Peñas, unos
pehuenches corrieron a un mozo; que se han visto polvaredas, precursoras de indios en revuelta en mucha cantidad y que se sabe de numerosas muertes de toros lo que significa que se van a hacer corseletes, por todo lo cual le pide la entrega los presos a fin de salir a la defensa de la Ciudad y que la petición la hace como Teniente de Capitán General de la Provincia de Cuyo, que es, y en mérito a que todo el mundo está preso y no hay soldados. (7,T1,234)
El alférez Diego de Videla se presenta ante el Cabildo de Mendoza el 15/12/1685, y pide que se le certifique que ha servido a costa y mención, a su Majestad en todas las ocaciones que se han ofrecido, de malocas (ataques) que se han hecho contra los
indios pehuenches. Las autoridades del Cabildo; los alcaldes, Pedro de Videla y Pedro Correas; el alcalde de la santa hermandad Andrés Sanchez Chaparro Chumasero; y los regidores, Gregorio de Arce Lucero y Francisco Nuñez de Villoldo; extienden el correspodiente certificado. (4,202)
Josefa Femández Romo, mujer del comisario general Alonso de Ugalde Salazar, hija de Manuel Femández Romo y de Beatriz Hurtado de Mendoza, con fecha 18/1/1700, se opone a la encomienda de Alonso de Toro Zambruno, en Chile. En el memorial respectivo dice que dicho su padre fue Teniente de Capitán General, Corregidor y Justicia Mayor de la Provincia de Cuyo más de siete años, desde el gobierno de Francisco de Meneses hasta el de Juan Henriquez por su reconocida acción en la guerra de los
puelches que hostilizaban dicha Provincia, a los cuales logró reducir a la obediencia. (7,T2,514)
El Cabildo de la Ciudad de San Juan de la Frontera, en carta fechada a 10/3/1702, dice a Su Majestad que dicha Ciudad fue fundada hace ciento sesenta años y que llamóse de la Frontera por haberlo sido de los
indios del Norte y de los del Valle de Calchaquí a quienes sus vecinos conquistaron y redujeron abriendo el comercio con el Perú y La Plata, que estaba interrumpido; que habiéndose después alzado los enemigos del Sur
(puelches y pehuenches) fueron reducidos por los vecinos, a su costa, de modo que la Ciudad quedó muy populosa, pero desde cincuenta años ha declinado mucho y ahora tiene ciento cincuenta vecinos muy pobres que "no logran lo preciso para su alimento", tanto que los vecinos van a radicarse al Tucumán y en diez años más quedará la Ciudad despoblada; que deseando (el Cabildo) el aumento del real patrimonio proponen a Su Majestad los medios de conservación y aumento; que estiman que son dos las causas de la decadencia de la Ciudad: la primera que los Corregidores que vienen a la Provincia de Cuyo, en los cinco años de su gobierno sólo atienden a si mismos, son muy despóticos y es difícil oponerse a ellos por lo costoso del recurso, pues la Real Audiencia está en Santiago de Chile, y durante siete u ocho meses las nieves de la cordillera impiden el paso, no teniendo, además, recursos para costear el pleito debido al poco comercio con Chile que abunda en las mismas producciones que esta tierra; la segunda causa es que la Ciudad (San Juan) producía antes a sus vecinos más de cien mil fanegas de trigo, vino y aceite y ahora está destruído su comercio con Buenos Aires y Perú, faltan los
indios y esclavos para trabajar la tierra. Los inviernos son muy duros y las viñas están perdidas, lo mismo que los olivos. Que la falta de
indios se debe a que los Gobernadores de Chile los han encomendado a vecinos de Santiago de Chile que se los llevan; que las desnudeces son grandes, pues no hay comercio con Chile y los registros de Buenos Aires para esta Provincia están prohibidos, de modo que no hay donde comprar géneros. Que para remediar estos inconvenientes, propone (el Cabildo) se incorpore la Ciudad de San Juan a la Provincia del Tucumán, así la Real Audiencia del Plata estará a igual distancia de esta Ciudad que la de Córdoba, cabeza de la Gobernación del Tucumán, y entonces se lograría el vestuario de los navíos de registro de Buenos Aires y compraríanse esclavos en aquel puerto para el cultivo de la tierra, y así también aumentando las cosechas, aumentaría el comercio con las Provincias del Río de la Plata, Tucumán y Perú, percibiéndose mayores derechos. Que estando la Real Audiencia en La Plata resulta más fácil el viaje para presentar las quejas debido al tráfico que hay para Salta, La Plata y Potosi; y que por fin, suplican a Su Majestad reciba benéficamente la súplica por los motivos indicados. Firman: Juan de Oro Bustamante, José de Laziar, Baltasar Alonso de Morales, Tomás de Fraguas, Juan Sánchez de Herrera y Juan Jofré de Barreda. (7,T2,536)
En la ciudad de Mendoza en 4/5/1723, ante el corregidor Thomas de la Llana, comparecieron dos caciques:
Melchor Tunuyán y Diego Seme, naturales de Corocorto (La Paz), dijeron que hace 8 días llegó un cacique del río de los Sauces, que es el centro donde habitan los indios bárbaros aucas y que este cacique se llama
Poteguez, y que este le dijo que avisasen a las ciudades de Mendoza, San Luis y Córdoba, como este invierno venían muchos indios aucas con el pretexto de venir a matar al indio que dio la noticia de los cesares y a otros caciques, y dijo que el dicho cacique dijo si sabían que la tierra estaba alzada, a lo que respondieron que no. El 6/5, el interprete Juan Cabral le pregunta al cacique
Juan Elyco, que noticia tenía de los indios de arriba, a lo que constestó que vino un indio de los Sauces llamado
Curiguanqui y que este dijo que venían los indios aucas coaligados con los cacique del río de los Sauces, como son: el indio
Amaya, el cacique Quintero, el indio Ladino, Quelecalque, Tepelquelem y Raniguanqui del río los Sauces; y los de arriba:
Peucan indio peguenche, Pedro Peutín, su hermano Francisco Categuen; de forma que los dos vienen unidos. Y el cacique
Chaquelio dice que el cacique
Cariguanqui le vino a avisar que bajan 1.000 indios de los Sacues y de arriba, y que estos eran puelches; y haciendole la misma pregunta al cacique
Sebastián Ultucuraca dijo ser cierto lo antes dicho. Y que vino asimismo el cacique
Alonso Chiquillán y dijo que no sabía nada de lo dicho. (X,EC,P38,34)
Antonio Jara, Corregidor del valle de Jaurua (San Carlos), envía una carta al Cabildo que es recibida y leída el 21/1/1732, en la que informa que un indio nombrado
Mocoyán que anda en compañía del cacique
Quelecán que asiste en el
río de los Sauces, de donde bajó el dicho Mocoyán con 10 indios y mató 1 indio de la gente del Chiquillan, cacique de la frontera, entrando en las estancias de Simón de Videla y Fernando de Alvarado, siendo que los españoles no les hicieron nada. (X,EC,SG,C13,D9,7)
Joseph Correa, Teniente de Corregidor de Mendoza, informa el 17/7/1738, que ha llegada noticia del cacique
Diego Neguipagui de nación pehuenche, que se han convocado con los indios
Aucas y los de esta parte de la cordillera los
Pehuenches, en número de 2.000, y se han incorporado a los
Puelches, que son los mismos que han hecho la convocatoria, a fin de partir a la
Punta del Sauce por solicitud del cacique
Camsuyu y juntamente, partir a Buenos Aires en venganza por la muerte que ellos hicieron de sus vecinos los
Pampas (X,EC,SG,C13,D12,27). Correa informa el 31/7 que recibió una carta del capitán Juan Chacón, en donde le dice que hay posiblidad de un ataque de 2.000 indios (pehuenches) encabezados por el cacique
Juanillo Chuca, dejando a sus familias en el cerro Nevado (X,EC,C3,D55). Para el 29/11, reunidos en la Sala Capitular, las autoridades del Cabildo le informan al gobernador Manso que han desplegado armas por el avance del cacique
Caleliano (Calelián), caudillo de los indios conspiradores por la barbaridades que produjeron en el paraje de
Las Pulgas (La Pampa o Buenos Aires), remitiéndose 20 bocas de fuego de las pocas con que se cuentan y avisando a los Cabildos de San Juan, San Luis y al lugarteniente Joseph Correas (X,EC,SG,C13,D12,43).
A la sesión del Cabildo de Mendoza del 19/8/1740, llegan noticias procedentes de San Luis, por una carta escrita por Miguel de Quiroga a Miguel de Vilches, Teniente de Corregidor de San Luis, con fecha 11/8 y remitida al corregidor Juan de Bermíncosolo, en la que solicita se le remitan 300 hombres. Debido a que se encuentra en esta ciudad el cacique
Chiquillán en compañía de algunos caciques
pehuenches y puelches, el Cabildo ordena que se queden en la ciudad, mientras pasan los 300 hombres a San Luis por los ataques de indios en el camino a Buenos Aires. (X,EC,SG,C13,D13,15)
Nicolás Argumedo, hijo legítimo de Juan de Argumedo e Isabel Reyes, emite su testamento el 5/2/1754, y declara que posee
dos ponchos pehuenches usados; además, declara por sus albaceas a Juan de Puebla y Manuel Silva; por no saber firmar, lo hace en su lugar Tomás Escobar, certifica el acto el escribano Francisco de Videla. (X,EC,P65,23)
Francisco Corbalán dice a la Real Audiencia de Chile que unos indios pampas que antes vivían en el Paraje de Río Los Sauces, se han instalado en el Paraje de los Papagayos (San Carlos), a una legua de su estancia llamada Lloccha; con gran peligro para todos, pues roban el ganado y traban amistad con sus peones, en mérito de todo lo cual pide que se ordene el retiro de dichos indios al asiento que antes ocupaban. El Fiscal de la Real Audiencia de Chile con fecha 3/3/1758, dice que se ordene al Corregidor de la Provincia de Cuyo requiera a los indios y al Capitán de la Frontera para que dejen el lugar.
El Corregidor de la Provincia de Cuyo, Francisco de Videla y Aguiar, en carta a la Real Audiencia de Chile fechada en Mendoza, a 28/4/1758, dice que el día anterior fueron notificados los indios chiquillanos y sus caciques
Pascual Magolhuanqui y Gregorio Chiquillán para que abandonaran la Estancia, y éstos respondieron que por tradición antigua y haber venido la nación Chiquillán a dar la paz a su antiguo Corregidor, cuando otras naciones estaban de guerra, se les señaló tierras en el Paraje de Cormañe, en la misma estancia donde se encuentran; y allí, se les mandó abrir acequias para sus siembras y cultivos; y también allí, se han mantenido muchos años, guardando la frontera y dando aviso en caso de invasiones, y que si alguna vez han dejado el sitio por falta de pasto, siempre han vuelto a él. Que los referidos indios también dijeron que el daño que ellos ocasionaban no era sino tomar una que otra yegua cuando el hambre apuraba; que respecto al trato ilícito de los peones con sus mujeres e hijas, si lo han tenido ellos no han sido consentidores. Que el retiro al Paraje de los Sauces es impracticable, por ser lugar desamparado y vivir allí cerca naciones enemigas que, al verlos en tan corto número, los destruirían; que, en cambio, podrían retirarse al Paraje de Las Salinas, sobre la costa del Río Diamante, a quince o diez y seis leguas de la Estancia, que es tierra mejor para caballos y provista de guanacos; y que era necesario se les diesen algunas yeguas para sustentarse y hacer crianzas, pues estaban exhaustos de ganados y así no tendrían, en adelante, disculpa alguna para hacer el menor daño; que, en efecto, cada hacendado ofreció contribuir con diez yeguas para los indios, a quienes se les ha reservado el comercio de la sal, para que, llevándola a la Ciudad, la cambien por frutos y alimentos y todo ello si el Superior Gobierno lo estima en la misma forma y aprueba esta resolución. El Fiscal de la Real Audiencia con fecha 27/5/1758, da aprobación a lo acordado por el corregidor Videla y Aguiar. (7,T2,675)
El Fiscal de la Real Audiencia, en respuesta a una carta del Cabildo de Mendoza, da sus instrucciones el 27/1/1770, tener listas las milicias, observar los boquetes por donde puedan salir los
pehuenches y huiliches, poniendo centinelas que avisen de sus movimientos; que se haga un fuerte de estacada en la Isla defendido por 25 hombres montados, con oficiales y cabos (7,T2,693). El 30/12, en carta de Juan del Risco a Juan de Balmaceda y respondiendo a una carta de él, en que le anuncia la sublevación de los indios huiliches y
pehuenches que van a pasar la cordillera para unirse a los pampas (7,T2,697).
En presentación del Cabildo de Mendoza del 20/9/1776, suscrita por los señores Francisco Borja de Corbalán, Pedro Antonio de Souza, Jacinto Anzorena, Fernando Giraldes y Pedro Espinosa, se informa que el cacique
Guelaca convidó a la parcialidad del cacique
Guelletún que reside en el Monte, y a otros secuáces que viven en el río de San Agustín (Valle de Uco), para sublevarse en contra de los españoles; y al efecto, éstos, el día 23, echaron de menos parte de la caballada del fuerte. Que el Comandante envió entonces cuatro soldados contra los indios, los que, cercados, se libraron dejándose caer por un barranco y fueron a dar la noticia al fuerte, en cuyo recinto se guarecieron por precaución las familias. Que los indios se entraron por el poniente de la población y parte por el sur a prender fuego a la casa del Teniente de la guarnición. A raíz del ataque al fuerte se solicita información contra la conducta de Alfonso Luna por su actuación en el fuerte de San Carlos. Consta de ella que mantuvo al cacique Guelacal al poniente, en la falda de la sierra; y al cacique
Francisco, al poniente de la Villa, sólo por ser sus compadres y amigos y mantener negocios con ellos; que teniendo pulpería, quiso cerrarles las suyas a Morel y Sainz; que ambos indios unidos, entraron por la brecha poniente de la muralla de la población y dirigiéronse a poner fuego a las pulperías de Morel y Sainz, sin que Luna hiciera preparativos para impedirlo, pues, muy tarde, salió del castillo a la plaza con diez hombres de a pie y a caballo, llegando hasta la boca-calle que hace esquina a la Iglesia y Cabildo; y gritó a su hermano Guelacal, sin disparar, porque dijo que con ello se enojaban los indios; que Sainz, a pesar de estar enfermo, se defendió y, en cambio, otra pulpería, a tiro del fuerte, no fue defendida por las seis piezas colocadas en los dos baluartes del norte, ni por el cañón de campaña que está en el portón entre el foso y las murallas; que a los soldados, el día del ataque los tenían ocupados en conducir especies, y al siguiente día los indios pasaban con su botín frente al fuerte, a vista y paciencia de todos. (7,T2,711)
Según cuenta Juan Mackenna a Bernardo Ohiggins: "los
pehuenches, que habitan los valles orientales de los Andes y las llanuras de Cuyo y que se habían unido a los Araucanos en la guerra después de haberles sido adversos al principio, desestimaron el tratado y continuaron una campaña de depredaciones contra los pacíficos habitantes de las provincias españolas, situadas en los Andes occidentales. Su padre (Ambrocio Ohiggins) fue el único a quien se confió la prosecución de la guerra, cuyas devastaciones llegaron más tarde hasta las mismas puertas de Buenos Aires. Los
pehuenches son un pueblo nómade que vive en tiendas y que se parece mucho a los árabes errantes del desierto. Teniendo abundancia de caballos, no era fácil tarea perseguirles en los valles profundos de los Andes y en las pampas sin límites de Cuy, Buenos Aires y Patagonia. No sólo consiguió la paz con este pueblo inquieto, sino que también obtuvo su amistad y alianza, tomando, al mismo tiempo medidas para hacerlas durables con la reparación del
fuerte de San Carlos, en Cuyo, la erección del nuevo fuerte de Ballenar en el paso de Antuco (Chile) y el establecimiento de un comercio provechoso entre los
pehuenches y los habitantes de la provincia de Concepción. como premio de este servicio, Ambrocio recibió en el año 1777 el grado de coronel y las gracias de Carlos III". (14,T1,92-93)
En la sesión del Cabildo de Mendoza del 25/10/1778, a causa de las repetidas invasiones que se han experimentado y están ejecutando los
indios bárbaros, se tiene por experiencia que aprontando las tropas y demás pertrechos de guerra para la oposición, se han encontrado todas las armas descompuestas sin arreglo, los cañones sin cureñas, de modo que habiéndose proporcionado algún encuentro con el enemigo, se hallaría la gente sin poder hacer defensa. (X,EC,SG,C16,D4,30)
Reunido el Cabildo de Mendoza el 18/6/1781, se presenta el corregidor Jacinto de Camargo y Loayza y declara que habiendo pasado a la frontera a poner en posesión a los
indios de paz en el terreno que habían de establecerse según los
tratados de paz; le había desobedecido a varias órdenes el comandante del Fuerte (San Carlos), Francisco Aldao, con respuestas desmedidas, irregulares y de poca subordinación, con mal ejemplo de los soldados de su guarnición, por lo que mandé se pusiese en arresto y no quiso hacerlo y tampoco entregar el mando. (X,EC,SG,C16,D7,22)
José Francisco Amigorena, Comandant de Frontera, se presenta ante el Cabildo de Mendoza el 20/9/1783, con una cuenta de los suplementos hecho a los rehénes que tiene en su casa de 6 Reales diarios en 43 días contando desde el 9/8 hasta el 20/9 que importa 32$ y 2 Reales, pidiendo se le satisfagan; asimismo, presentó otra cuenta de gastos por la estadía en esta ciudad de los caciques
Longonpan, Furcupi, Millangui, Lincopi y Malgamain y demás mocetonada sujeta a ellos que vinieron últimamente al
comercio de ponchos, de la que se mandó dar cuenta al procurador Juan de Godoy. (X,EC,SG,C16,D9,29)
Por la llegada de los caciques
Ancanama, Gobernador de los Pehuenches, y, el cacique
Logonpan, se reúnen en el Cabildo de Mendoza el 27/10/1783 sus autoridades, respecto de haberles preguntado a los dichos si venían en son de paz, contestando que sí y que serían leales vasallos de su Majestad, por tanto se les dijo que serían amparados cuando corran peligros o sean hostigados por otras Naciones. (X,EC,SG,C16,D9,34)
El gobernador Sobre Monte le escribe al comandante Josef Francisco Amigorena el 10/10/1784, y le dice que queda enterado de la llegada de la
cacica Ignacia, mujer del cacique Roco, como así también de la salida del
cacique Ancan. (X,EC,C61,D31)
En 1787 el cacique
Rocco llega a las costas del río Diamante con los caciques pehuenches:
Antepan, Barbas y Cuyanao, y los segundos: Cayugie, Caronao, Panquechingue, Epical, Millan, Millapy, Caniuiñan, Majo, Cuntur, Lemuden, Inminao, Llaminao, Caniuiman, Marypan, Millapan, Cactrepan, Catruen, Tareo, Burin, Lebyñan, Millain, Quintrpy; sumado a ellos, llegaron los puelches: Greuanquenecul, Ancain, Llanquelen, Calbufmain, Ailapy. (X,EC,C29,D37)
Francisco Barros, Capitán de las Milicias de Mendoza, dijo que tiene entablada ante el Excelentísimo Señor Virrey de estas Provincias, 300$ anuales en recompensación de las fatigas que le resultan del empleo que ejerce en estas fronteras de
capitán de indios amigos, y necesitando para agilizar el expediente de la materia en aquel Superior Tribunal, nombrar apoderado, ya que en persona no puede hacerlo por hallarse en la actualidad de
Comandante Interino de la Fortaleza de la Villa de San Carlos, por tanto nombra a Ramón Giles para que atienda sus asuntos en Buenos Aires. (X,EC,P140,46)
Por oficio de 9 del que corre, comunica al Cabildo por una adjunta copia de parte del Comandante del Fuerte San Carlos (Juan Morel) de 5 del mismo, la noticia de haber nuestros pehuenches muerto al
cacique Llanquetur, famoso caudillo de los Guiliches, que hostilizaban nuestras fronteras con muchos de su parcialidad. Mendoza 31/1/1789. Firman: Francisco de Segura, Jazinto Anzorena, Francisco Xavier Molina, Bernardo Ortiz, Tomás de Lima y Melo al Comandante de Armas Josef Francisco de Amigorena. (X,EC,C24,D10)
Josef Francisco Amigorena le avisa al gobernador Sobre Monte el 6/2/1790, que los
indios bajaron de sus tierras a celebrar en la Plaza Pública a su usanza, la proclamación del rey Carlos IV. (X,EC,C51,D18)
El virrey Nicolás de Arredondo notifica al Comandante de Armas de Mendoza el 16/7/1794, que el indio
Matías Pelquilla por no tener declaración de su delito y por estar sin condena, determiné se le pusiese en libertad, con prohibición que pase a esta banda por si es
Pampa e intentase volver con los suyos y servirles de
bombero. En su consecuencia, ha dicho ser
pehuenche y su cacique era
Guenulat, vino a estas tierras a hacerse critiano y fue apresado en Santa Teresa (Uruguay) hace 16 años y de allí remitido a Maldonado (Uruguay) por 3 años, hasta que en 1781 fue conducido a Montevideo. (X,EC,C47,D10)
El comandante Josef Amigorena se encuentra en el Fuerte y Villa de San Carlos y escribe una carta el 16/5/1796, en la que indica que sería conveniente hacer la elección de Gobernador Principal de la Nación Pehuenche del
Partido de Malalgue por muerte del cacique Pinchitur, por pedido de 15 caciques y capitanejos. Siendo elegido para el cargo el cacique Millanguir, hijo del cacique fallecido, Ancanamun, y por su segundo el cacique Guaiquinao; aunque no juraron en el cargo por encontrarse enfermos. (X,EC,C30,D26)
El 13/8/1797 se realiza un censo en el Partido de Malalgue, resultando haber 3 caciques puelches:
Guelecal, Goyco y Anteguante, más un capitanejo:
Gaspar; más los caciques:
Millaguin, Antepan, Roco, Pinchicolemilla, Raguillante, Guaiquilao, Leviante, Guamimain, Carilefe, Bestacolimilla, Millanao, Ligñan, Paraupan, Coronao, Canuen, Paiñan y Butaparainian; más los capitanejos:
Caripan, Panguechiñe, Millatur, Pivayruin, Pichigual, Levigueque, Llamulgueque, Gueitamanqui, Laminao, Guechuequeo, Pitruñan, Canigur, Manquepi y Caivynimanique. (X,EC,C30,D34)
El gobernador Sobre Monte le escribe al comandante Josef Francisco Amigorena el 18/9/1797, y le dice que está enterado del oficio del 26 de agosto y testimonio que acompaña del
Parlamente celebrado el 12 del mismo, con los caciques
peguenches de Malalgue, de resultas del último acaecimiento entre estos y los de Valvasco. (X,EC,C52,D71)
Juan Morel le informa a Josef Amigorena el 15/1/1798, que a la partida del cacique
Coronao y a la del capitanejo
Barvas, se les dio de ida para esa (Mendoza) 10 Reales de carne a cada uno, y lo mismo de retorno para sus toldos que son 5$.
Coronao va bastante resentido con Barvas, por la quimera que tuvieron en esa, pero estas cosas entre ellos son irremediables, porque cuántas veces se ve que el padre golpea al hijo y éste al padre o madre, y preguntándoles por qué lo hacen, dan por disculpa estaban un poquito borrachos. (X,EC,C71,D4)
Juan de León le avisa al comandante Josef Amigorena el 17/5/1799, que ha salido para Mendoza el cacique
¿Panichini? acompañado del soldado Diego Dominguez; también, se le han dado 5 Reales de carne al indio
Calamuchita y su comitiva, cuando regresaron de Mendoza. (X,EC,C59,D16:carta con acentos)
Pedro Oscariz se comunica con el comandante Faustino Ansay el 26/10/1802, respecto de los gastos extraordinarios efectuados en la frontera con los caciques
Guenquelecal, Panichine, Marcos Goico y sus parcialidades, movido por el objeto de pacificarlos en las desaveniencias ocacionadas entre ellos, a partir del fallecimiento del hijo del dicho Goico, en sus malocas. (X,EC,C88,D77)
Faustino Anzay recibe un informe de Pedro Oscariz el 2/6/1803, en el que le dice que le ha entregado 4 cargas de vino que deben servir para obsquiar a las familias y parientes del cacique difunto
Antepan, según la costumbre establecieda en el año 1795 en las exquias efectuadas al cacique
Caniguan. (X,EC,C88,D80)
Resumen de los artículos acordados por Miguel Telis, Sargento Mayor y Comandante de las Milicias Urbanas de Mendoza, encargado por este Superior Gobierno de adelantar aquella frontera y construir en ella un
Fuerte y Población con 23 caciques y 11 capitanejos peguenches, en Parlamento celebrado el
2 de abril último, en los terrenos de la confluencias de los
ríos Diamante y Atuel (San Rafael):
1º) Se manifestaron éstos satisfechos de que nuestras partidas no se dirigen a quitarles sus tierras y esclavizarlos, como intentaron persuadirlos algunos malebolos.
2º) Igualmente de que el Rey mira por ellos y desea beneficiarlos, y en este concepto franquearon sus tierras para la apertura de los caminos que gustásemos, asegurándonos su libre tránsito.
3º) Considerándose con derecho a los terrenos que hacen la confluencia de dichos ríos, cedieron en la posesión de ellos para el establecimiento del mismo Fuerte y población por la ventajas que resultarán de asegurarlos así de sus enemigos y fomentar su comercio con nosotros.
4º) Se conformaron en que se funde
capilla de que se párroco el padre fray
Francisco Inalicán para instruir a los que deseen abrazar nuestra religión y que en este pueblo se entable el comercio para todos.
5º) Los caciques
Carilef, Cumiñam y doña María Josefa Roco, se conformaron desde luego en admitir otra reducción con sus familias, creyendo que poco a poco y según se experimenten sus ventajas la irán abrazando los demás.
6º) Ratificaron su allanamiento a que abramos especialmente el
camino a Talca, facilitándoseles así el comercio sin salir de sus tierras.
7º) Se reconciliaron estos
pehuenches con unos
puelches y pampas con quien estaban desavenidos.
8º) Protestaron la conservación e inviolable amistad con nosotros, ofreciendo darnos parte de las especies que se les intentasen sugerir para alterarla desconfiandolos de nuestra buena fe.
9º) Que el Señor Presidente de Chile cuide de que no vayan a sus tierras personas que a pretexto de cambalachar los roban.
10º) Que sea buena la gente que se ponga en aquella nueva frontera y población, para recibir buen trato y evitar desavenencias.
11º) Que todo lo pactado se diese cuenta a este Superior Gobierno y a dicho Señor Presidente de Chile para que lo hagan saber y cumplir en sus respectivos distritos, e igualmente al Rey de quienes se reconocieron fieles vasallos.
12º) Que este vasallaje y fidelidad lo califique este Superior Gobierno en pasaportes que expidan a los
caciques y capitanejos, concurrentes al mismo parlamento; e igualmente a los demás de su Nación que no asistieron; para lo que Miguel Telis como Presidente de él pase lista de todos.
Buenos Aires, 3 de mayo de 1805. Firmado por: Borrego (X,EC,C30,D49)
José Clemente Benegas solicita a los Ministros de Real Hacienda el 9/8/1805, el socorro de 2 Reales diarios a 25 o 30 hombres de la Compañía del Valle para el recibimiento del cacique
Pichapi y su escolta, hasta las inmediaciones de la ciudad; y las correspondientes raciones de carne, leña y vino, para cuando lleguen al Fuerte de San Carlos. (X,EC,C88,D96)
Desde el Fuerte San Carlos el 20/5/1816, el comandante José de Susso, le envía un oficio a San Martín que dice: "a pocas horas de haber escrito a Vuestra Señoría esta mañana he sabido que
Ñeicuñan (cacique Ñacuñan) no viene de aquí hasta 2 meses por las yeguas, y que él había de avisar. En esta virtud he mandado suspender la recogida, hasta que sea tiempo oportuno. Por tanto no mande el chasque (chasqui) a llamar a los indios según noticié a Vuestra Señoría". (X,C240,D17)
El cacique
Catrenan y 5 aborígenes de su tribu, hacen una visita de cortesía al Gobierno de Mendoza el 2/8/1816. El gobernador San Martín le ordena al Administrador de Aduana que les haga un regalo como es costumbre. (8,T4,30)
La Nación Pehuenche y su apoyo al Ejército de los Andes (por José de San Martín)
El parlamento con los indios
pehuenches se verificó en setiembre de 1816 en el Fuerte de San Carlos (Valle de Uco) 30 leguas al sur de Mendoza; este parlamento fue convocado para pedir licencia a los caciques a fin de que permitiesen el paso de su territorio al Ejército de los Andes que debía atacar a Chile, y aunque jamás entró en mi plan verificar su ataque por el Sur, su objeto no fue otro que el de hacer creer al general enemigo (Marcó del Pont) cuál era el punto que se amenazaba a fin de que cargáse la masa de sus fuerzas y desguareciese el del verdadero ataque, lo que se consiguió.
Los indios pehuenches, hombre de una talla elevada, de una musculatura vigorosa y de una fisonomía viva y expresiva, ocupan un territorio al pie de la cordillera de los Andes de 100 a 120 leguas al sur del río Diamante, límites de la provincia de Mendoza, pasan por los más valientes de este territorio, no conocen ningún género de agricultura, y viven de frutas silvestres y de la carne de caballo.
Su vida es errante y mudan sus habitaciones (que se componen de tiendas de pieles) a proporción que encuentran pastos suficientes para alimentar sus crecidas caballadas. Son excelentes jinetes y viajan con una rapidez extraordinaria llevando cada uno 10 o 12 caballos por delante para mudar en proporción que se cansan, pero tan dóciles y bien enseñados que en el campo los llaman por su nombre y sin el auxilio del lazo los toman con la mano para cambiar.
Se darán algunos detalles sobre este parlamento:Con anticipación de un día yo había transportado al Fuerte de San Carlos procedido de 120 barriles de aguardiente, 300 de vino y un gran número de frenos, espuelas, vestidos antiguos, bordados y galoneados que había hecho recoger en toda la provincia, sombreros y pañuelos ordinarios, cuentas de vidrios, frutas secas, etc, etc, preparativos indispensables en toda reunión de indios. El
día señalado para el parlamento, a las 8 de la mañana, empezaron a entrar en la explanada
que está enfrente del Fuerte
cada cacique por separado con sus hombres de guerra y las mujeres y niños a retaguardia; los primeros con el pelo suelto, desnudos de medio cuerpo arriba y pintados hombres y caballos de diferentes colores, es decir, en el estado en que se ponen para pelear con sus enemigos. Cada cacique y sus tropas debían ser precedidos (y esta es una prerrogativa que no perdonan jamás porque creen que es un honor que debe hacérceles) por una partida de caballería de cristianos, tirando tiros en su obsequio. Al llegar a la explanada las mujeres y niños se separan de un lado y empiezan a escaramucear al gran galope, y otros a hacer bailar sus caballos de un modo sorprendente, en este intermedio el Fuerte tiraba cada 6 minutos un tiro de cañon, lo que celebraban golpeándose la boca y dando espantosos gritos. Un cuarto de hora duraba esta especie de torneo y retirándose donde se hallaban sus mujeres se mantenían formados, volviéndose a comenzar la misma maniobra que la anterior
por otra nueva tribu. Al mediodía concluyó esta larga operación, en cuyo intermedio una Compañia de Granaderos a Caballo y 200 Milicianos que me habían acompañado se mantuvieron formados.
Enseguida comenzó el parlamento: a este efecto había preparado el Comandante de Frontera (José de Susso) en la pequeña Plaza de Armas una mesa cuyo tapete (por no haber otra cosa) era un paño de púlpito de la capitlla y diferentes bancos para los caciques y capitanes de Guerra, únicos que entran en la conferencia, quedando todo el resto de los demás indios formados y armados hasta saber el resultado del parlamento. Convocados para comenzar tomaron sus asientos por orden de ancianidad, primero los caciques y enseguida los capitanes, yo, el Comandante General de Frontera y el intérprete, que lo era el
padre Inalicán, fraile franciscano y de nación araucano, ocuban el tercero de la mesa. El fraile comenzó su arenga haciéndoles presente la estrecha amistad que unía a los indios
pehuenches a mi,
que yo, confiado en ellos los había reunido en parlamento general para obsequiarlos abundantemente con bebidas y regalos, y al mismo tiempo suplicarles permitiesen el paso del ejército patriota por su territorio a fin de ir a atacar a los españoles de Chile, extranjeros a la tierra, y cuyas miras eran de echarlos de su país o robarles sus caballos, mujeres e hijos, etc, etc, etc. Concluído el del fraile, un profundo silencio de cerca de un cuarto de hora reinó en toda la asamblea. Si la verdad era bien original el cuadro que presentaba la noticia de estos salvajes con sus cuerpos sentados y entregados a una meditación la más profunda. Él inspiraba un interés enteramente nuevo por su especie. Se me había olvidado prevenir que al tiempo de comenzar el parlamento, yo había ofrecido de beber a los caciques y capitanes, pero todos ellos se negaron diciéndome no podían tomar ningún licor porque sus cabezas no estarían firmes para tratar los asuntos que se debían discutir. Al fin, el cacique más anciano,
rompió el silencio y dirigiendo la palabra a los demás indios les propuso si eran o no aceptables las proposiciones que los cristianos les acababan de hacer. Esta discusión fue muy interesante; todos hablaron por su turno, pero sin interrumpirse, y sin que se manifestase en ningún de ellos la menor impaciencia, exponiendo su opinión con una admirable concisión y tranquilidad, puesto de acuerdo sobre la contestación que debiera dar se dirigió a mi el cacique más anciano y me dijo: Todos los
pehuenches a excepción de 3 caciques que nosotros sabremos contener, aceptamos tus propuestas, entonces cada uno de ellos en fe de su promesa me abrazó a excepción de los 3 caciques que no habían convenido, sin pérdida se puso aviso por uno de ellos al resto de los indios comunicándoles que el parlamento había sido aceptado, con esta noticia desensillaron y entregaron los caballos a los milicianos para llevarlos al pastoreo, siguió el depósito de todas sus armas en una pieza del Fuerte, las que no se
les devuelve hasta que han concluído las fiestas del parlamento. Es la verdad inconcebible en medio del carácter de los indios la confianza que depositan quedando desarmados y entregados, por decir lo están a la merce de sus naturales enemigos. No es menos interesante la solicitud que emplean sus mujeres para que sus maridos y parientes no oculten arma alguna, pues la época de sus venganzas cuando se entregan a su embriaguez. El espectáculo que presenta la matanza de estos animales y lo más disgustante tendido el animal y atado de pies y manos les hacen una pequeña incisión cerca del gaznote, cuya sangre chupan con preferencia las mujeres y niños aplicando la boca a la herida; descuartizado el animal lo ponen a asar, cuya operación se reduce a muy pocos minutos, las piezas frescas y enteras de las yeguas las conservan enteras para echar el vino y aguardiente todo mezclado indistintamente, lo que se verifica del modo siguiente: hacen una excavación en la tierra de 2 pies de profundidad, de 4 o 5
de circunferencia, meten la piel fresca en el agujero abierto en la tierra y aseguran los extremos de ella con estacas pequeñas en este pozo revestido de la piel, se deposita licor y sentados empiezan a beber sólo los hombres; estos pozos se multiplican según el número que se necesitan pues para cada pozo sólo se sientan 16 a 18 personas alrededor. Las mujeres, por separado dan principio a beber después de puesto el sol, pero quedan 4 o 5 de ellas en cada tribu que absolutamente se abstienen de toda bebida, a fin de cuidar a los demás. Aquí empieza una escena enteramente (incompleto). Que se presenten 2.000 personas (este era poco más o menos el número de indios, indias y muchachos que concurrieron al parlamento) exaltados con el licor, hablando y gritando al mismo tiempo muchos de ellos peléandose y a falta de armas mordiéndose y tirándose de los cabellos, los cantos de las mujerse y los llantos de los chiquillos, y se tendrá una idea aproximativa del espectáculo que presentaba este cuadro.
Los milicianos se encontraban en continua ocupación a fin de separar a los contendientes a cuyo efecto se habían nombrados fuertes partidos con este objeto y el de evitar cuanto se pudiese las desgracias que podían ocurrir. A la media noche la escena había cambiado; indios e indias se hallaban tendidos por tierra y como si estuviese poseídos de un profundo letargo, a excepción de alguno que otro que arrastrándose por el suelo hacia tal cual movimiento. A este disgustante espectáculo la imaginación no podía prescindir de hacer algunas reflexiones, considerando el desgradado que es el hombre en el estado de la simple naturaleza, en fin, este disgustante cuadro duró 3 días consecutivos, es decir hasta que se le dio haberse consumido todas las bebidas, al término lo más felizmente posible, sin más desgracias que la de 2 indios y 1 india muertos, pérdida bien pequeña si se considera a los excesos a que se habían entregado y sin que puedan evitarse estos males, pues si no se les da de beber con gran
abundancia, se resentirán tomándolo por un terrible insulto. El quinto día fue destinado a los regalos, cada cacique me presentó un poncho, obra de sus mujeres, que algunos de ellos no carecían de méritos, sobre todo por la viveza y primaveral de sus colores, por mi parte les fueron entregados los efectos anteriormente referidos, los que apreciaron con particularidad los vestidos y sombreros, de que en el momento hicieron uso, este día fue el más incómodo de todos los que duró el parlamento pues el que conoce el carácter impostado de los indios para pedir, debe persuadirse que me tenían bloqueado sin dejarme descansar un solo momento; en conclusión, el quinto día marcharon muy satisfechos asegurando de haber conocido jamás parlamentario más espléndido.
Aunque había oído que los indios en el momento después de partir se bañaban, no había querido dar entero disenso, pues al segundo día de la llegada de los indios, una
india parió un niño, cuya madre con el recién nacido
se metieron enseguida en un arroyo, acompañada de otras mujeres, la parida permaneció en el agua por largo tiempo, y a su partida que procuré verla, gozaba ella y su hijo de la mejor salud. El fraile intérprete tuvo una oportunidad de arrancar el alma del recién nacido de las garras del diablo, pues con el pretexto de presentarlo a mi en mi cuarto suplicándome
fuese el padrino, a lo que accedí.
Los indios
pehuenches son en comparación enteramente diferentes a los araucanos, y separados de éstos por la gran cordillera; su población se regula en unos 12 a 14 mil habitantes, anteriormente eran muy mineros, más las viruelas, y en el día el mal venecio hace en ellos horribles estragos; no se les conoce ningún género de adoración ni culto y son reputados por bravos, ellos mantienen continuas guerras con otros indios colindantes y no se dan cuartel excepto las mujeres y niños. La hospitalidad la guardan religiosamente y la venganza es la pasión que más los domina, la indolencia y
pereza de los hombres llega a lo infinito, pues pasan su vida tendidos y bebiendo una especie de
chicha compuesta de frutos silvestres, en fin, el indio
pehuenche no se ocupa más que de la guerra; sus mujeres (pues usan de la poligamia) son las que llevan el peso del trabajo; ocupadas en el cuidado de sus hijos y demás quehaceres domésticos, pastorean a más sus caballadas y aún es de su obligación ensillar el caballo del marido. El resto del tiempo lo emplean en tejer ponchos con los que llevan a Mendoza hacen un tráfico que cambian por frutas secas y licores.
En la revolución de América se han mantenido neutrales a pesar de los esfuerzos que ha hecho el Gobierno Español para que nos hostilizasen, bien que esta neutralidad se ha mantenido haciendo continuos regalos a los caciques más influyentes.
Carta de San Martín a Guillermo Miller, Bruselas 1827. (8,T20,370-377)
En una carta que Bernardo Ohiggins le envía al general Joaquín Prieto desde Lima (Perú) el 24/10/1830, le dice: "Estas materias, repito, que ocupan mi imaginación me permiten, mi querido general, no solamente recomendarle, sino también imprimir en Usted la grande importancia de calcular y adquirir por todos los medios posibles la amistad, no solamente de los Araucanos, sino aún con más vigor de los
Pehuenches y Huiliches, conviniendo, como yo convengo con Molina, que todos los habitantes del valle del Este, así como del Oeste de los Andes, son chilenos. Yo considero a los
pehuenches, puelches y patagones por tan paisanos nuestros como los demás nacidos al norte del Bio-Bio, y después de la Independencia de nuestra patria ningún acontecimiento favorable podría darme mayor satisfacción que presenciar la civilización de todos los hijos de Chile en ambas bandas de la cordillera y su unión en una gran familia". (14,T31,285)
El general José María de la Cruz recibe una carta de Bernardo Ohiggins, fechada en la Hacienda de Montalván el 5/4/1840, en la que le se refiere a su padre el exVirrey del Perú, Ambrocio Ohiggins, y le dice: "De sus abundante servicios públicos no hay parte que haya mirado con tanta admiración o que haya deseado más imitar, como sus incesantes esfuerzos por conferir sobre los
indígenas, primitivos habitantes de Chile (
tan absurdamente llamados indios), las bendiciones de la religión, industria y civilización. Si sus planes grandiosos y filantrópicos no hubiesen sido contrariados y frustrados por la envidiam, odios y malicias de los españoles, tanto en la Península, como en Chile y en el Perú, que sin duda contribuyeron naturalmente a acortar sus días, estoy convencido que él habría salido con la suya sobre el grande objeto a que había dedicado, en más de 20 años, no pequeña porción de esa sabiduría, perseverancia y energía que lo distinguieron eminentemente, a saber, la unión de las varias tribus indígenas nombradas: araucanos, moluches y huilliches,
pehuenches, puelches, o patagones, a la gran familia chilena de la que son sin duda rama. Al mismo tiempo, conozco también la
ignorancia, apatía y amor propio de los que se llaman a sí mismos
civilizados, por no saber que la idea de unir a todos los chilenos, bien sean civilizados, bárbaros o salvajes, en una gran familia, sería tratada por muchos con el mayor desdén y desprecios." (14,T32,367)
En la villa de San Rafael, siendo gobernador Arístides Villanueva, se celebraron los últimos dos tratados de paz entre el
pueblo Pehuenche y el Gobierno Nacional de la República Argentina. El primero fue el 27/8/1872 y el segundo se celebró el 11/8/1873 con los caciques no comprendidos en el primer tratado.
Comunidades Pehuenches
- Comunidad Pehuenche Ñacuñan (Malargüe)
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